sábado, 10 de septiembre de 2011

♣ INCLUSIÓN, PALABRA DE MODA: ¿Quién incluye a quién? ¿A qué? ¿Para qué?

Por Rodrigo Montoya Rojas
La Primera
Navegar río arriba.


En una reunión de CADE en Arequipa, hace varios años, los empresarios peruanos acordaron que defenderían una política de inclusión para el país, pero de regreso a sus centros de vida y trabajo, olvidaron el tema. Por su parte, el ex presidente Toledo se siente poco menos que dueño de esa iniciativa. Hoy, el verbo incluir está en boca de todos, y quien en el gobierno no la mencione corre el riesgo de haber perdido el tren de la moda.

¿Quién incluye a quién?, ¿a qué?, y ¿para qué? Son las preguntas inevitables si es que tenemos la buena voluntad de entender y, al mismo tiempo, guardamos el ojo crítico para que no nos den gato por liebre.

En una ¨Carta de San Antonio¨ -publicada en la columna de Mirko Lauer en La República, 29 agosto 2011, José Ignacio López Soria menciona lo que el Diccionario de la Real Academia dice del verbo incluir: “Poner una cosa dentro de otra o dentro de sus límites, y agrega, con razón, que “lo puesto (cosa, palabra o persona) es sacado del mundo que le es propio para ser incorporado a un mundo que le es ajeno”. En otras palabras, incluir es una propuesta que quienes gobiernan desde el poder colonial imponen para que los otros, los diferentes, los llamados indios, o indígenas dejen de pensar su realidad en sus propios términos y quieran cambiar sus destinos por su cuenta, como les dé su buena gana, y también para que los llamados ¨pobres¨ acepten la bondad de quienes les dan una mano sin cuestionar la enorme desigualdad social que causa esa pobreza. ¨Usted es la inclusión¨, le habría dicho el presidente Humala a Susana Baca cuando -según la revista Caretas, 8 set 2011- recibió su fajín de ministra. Si la frase fue dicha en verdad, es Susana Baca como persona que es incluida al mundo oficial y no el mundo oficial el que se incluye en el mundo afrodescendiente de ella. No habría, en consecuencia, nada propio del presidente sobre la categoría inclusión.
Cuando se formaba la Asociación Interétnica para el Desarrollo de la Selva Peruana, Evaristo Nunkuag, su primer presidente, preguntó: ¿quién integra a quién? Entonces, 1980, estaba aún vigente la propuesta de ¨integración¨ en boca de los indigenistas, para que los llamados indios aprendan castellano, crean firmemente en el Dios católico, modernicen sus técnicas de cultivo, vayan al hospital oficial y dejen de creer en shamanes y brujerías. En 1980, del mismo modo que en el siglo XVI, los gobernantes veían a los llamados indios como menores de edad y objetos de tutela.



Hoy, los movimientos políticos indígenas tienen su propio proyecto político, no necesitan más de indigenistas de buena voluntad como Toledo y su ¨primera dama¨ y no quieren ser incluidos, es decir, absorbidos, comidos, aculturados y ninguneados como en el pasado. Cuando reclaman inclusión están pensando en los viejos términos de aquel discurso opuesto a la exclusión, para reclamar que parte de la riqueza se redistribuya y algo les llegue de la nueva riqueza, como en el cuento ese del óbolo, aceptado por Alan García de sus amigos empresarios mineros. Cuidado con la inclusión. Si el presidente y los funcionarios del gobierno y los líderes indígenas reproducen el discurso neo liberal y colonial de la inclusión, podrían perder lo poco que los primeros han logrado y lo mucho que los últimos han conquistado en sus 30 años de lucha.

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