Más tarde, los mismos genocidas hispanos arriba nombrados, quisieron reconstruir el pueblo arrasado de Mayonmarca con el nombre de “La Memoriada” (en quechua: “yuyanapaq”, “para la memoria”, ¿ esta será una “coincidencia” casual o un desenterramiento del ayer colonial para ponerle el nombre a un proyectado “museo de la memoria” en la presente neoliberalidad?); pero dice la leyenda de los de Chungui (provincia de La Mar, departamento de Ayacucho) que cuando los mestizos fueron a reconstruir Mayonmarca los tigres, los pumas y los linces los atacaron (“aparecieron el Apo Achachi Otorongo, el Apo Poma y el Cápac Osqo –nombres totémicos de los capitanes nativos– para devorarlos por siempre jamás), nuevamente despoblándolo; otro tanto, tiempo más adelante, cuando fueron los metizos a levantar Mayonmarca, asimismo, los enormes rayos, las avalanchas y las galgas los sepultaron para siempre (“apareció el Apo Qapcha, el Nina Lluklla y el Cápac Pukcha que los enterró sin remedio”), por eso hasta ahora no hay nada en esta tierra que los mismos nativos no quisieron reconstruir en memoria a la tierra arrasada por los genocidas coloniales.
Durante la gestión de la naciente República peruana la amazonía fue declarada como territorio de “colonización”, tierras de nadie, tierras a ganar por quien imponga su dinero y sus bravatas a los hostiles salvajes. Es decir, es la misma metodología y la misma política de la colonia: tierra arrasada, indígenas masacrados como infieles a la doctrina cristiana para imprimirles la ley civilizada.
Los dos puntos de vista, los dos conflictos desde hace siglos tiene larga historia: invasiones a las tierras de los nativos amazónicos por los facinerosos en tiempos del caucho; en la época de Manuel Prado, con el comercio de la madera; en tiempos de Odría y Pérez Godoy con la “Ley de la Selva”; en el gobierno de Belaúnde con la llamada “carretera marginal de la selva” que no respetaba propiedades de los nativos “por donde pasaba el camino y el ingeniero allí no queba nada en pie”, obligándolos a los nativos a internarse hacia la selva virgen; en la época de Velasco Alvarado, mediante el engaño del SINAMOS (Sistema Nacional de Movilización Social) se introdujeron los sicarios militares–narcotraficantes para arrebatar sus tierras a las comunidades nativas; pero hoy en día se fanfarroneó con lo siguiente: “Este es un caso que se encuentra en todo el Perú. Tierras ociosas porque el dueño no tiene formación ni recursos económicos, por tanto su propiedad es aparente. Esa misma tierra vendida en grandes lotes traería tecnología de la que se beneficiaría también el comunero” (Alán García: “El perro
del hortelano”, 28. 10. 2007).
Pero hay más, a ese análisis epistemológico superficial del “perro del hortelano”, algunos estudiosos antiindígenas, irredentos peruanistas que siempre se ofrecen de asesores a todos los gobiernos –porque piensan que todo tiempo es igual en el Perú actual– pretenden imponerle un sello científico escribiendo lo siguiente: “... ocurre con algunos movimientos nacionalistas e indianistas que creen que el mesianismo puede ser la alternativa a la globalización. Esto último yo no lo creo, pero lo que sí estoy convencido es que consustancial a la democracia es el reconocimiento de la diversidad, y que todos los que forman parte de este sistema político deben de tener los mismos derechos y obligaciones” (Juan Ossio, 2008). Hermosa perla neoliberal porque trata de confundir todo movimiento indígena con el “mesianismo” como ideología típica de los pueblos originarios; trata de sacar provecho de la globalización como si este fuese sinónimo de la “democracia”, preconiza “la diversidad” como una condición previa para respetar los derechos indígenas en el sistema político impuesto y atender obligaciones, cualquierea que fuese, para vivir en paz con el sistema reconocido mundialmente.
No se trata pues de la “diversidad” como asunto primario de la sociedad peruana, sino consiste en construir una nación resolviendo la propiedad de la tierra, liquidando la feudalidad –a esas taras leguleyas del pasado colonial de las tierras compuestas con el rey– y el reconocimiento de la soberanía plena de todas las naciones como unidad nacional en el jugo internacional del mercado, en igualdad de condiciones entre los países pequeños o grandes, ricos o pobres, en la arena mundial contemporánea.
Las dos miradas de siempre: los propietarios de tierras compuestos por el rey son amparados por por la ley, y los que no poseen aquellos papeles entintados son los “propietarios aparentes”, por lo tanto, las tierras son del Estado (y el “Estado soy yo”, como piensan Fujimori, García y todos los demás gobernantes sucesores del marqués don Francisco Pizarro), tierras administradas por los burócratas negociantes quienes no tienen en cuenta a los propietarios reales, no individuales, que están personificados en esas nacionalidades nativas con sus recursos hidrocarbúricos, hidrográficos, ecológicos, idiomáticos y culturales inherentes a su ser social acunados por siglos.
No está reconocida, por consiguiente, la soberanía de esas naciones, porque la suma de esas nacionalidades harían una nación peruana moderna y respetada por todos los países del planeta.
En nombre de ese orden unipolar, resguardado por la milicia y policía armada, se han levantado el tinglado legal de los Decretos Legislativos 994, 1020,1064, 1080, 1089, 1090 y demás dispositivos que desconocen incluso la personería jurídica de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), llamándoles a sus dirigentes “terroristas”, “manipulados”, “bárbaros”.
Y los partidos de la gran oligarquía peruana como “acción popular” quienes, después de una jeremiada por los muertos de la masacre en Bagua, piden “especial investigación a fondo de la muerte de los policías fallecidos para que caiga la dureza de la ley a los culpables”; la balanza de los dos platillos de siempre: los cadáveres de los nativos al hoyo y la de los policía caídos honrados con la bandera nacional y que paguen con prisión sus asesinos, y ¿por qué razón no serían sancionados los asesinos de las víctimas indígenas?
Las dos vistas del mismo asunto: allá no hay mundo que dar y recibir sino hay mundos que obtener y mantener.
no entiendo como una ministra aprista como carmen vildoso que cometio abusos descriminacion y genocidio quiera limpiarse renunciando, como es posible que ella le den el premio noble de la paz, por dios de que hablamos , de que derechos humanos hablamos dios mio peru, ella es una genocida de nativos.
ResponderEliminarsi hacen eso entonces se premiara por el genocidio a los nativos.