miércoles, 18 de marzo de 2009

EDUCACIÓN, CULTURA, VERGUENZA Y TEMORES DE LOS MAESTROS DE HOY. SEGUNDA PARTE

Por Carlos Villacorta V. Forjando la educación transformadora SEGUNDA PARTE Educación, cultura, vergüenza y temores de los maestros de hoy. Las carencias y verdades acumuladas y la idea falsa de la responsabilidad. Los maestros, perdemos continuamente la visión de el por qué instruimos o enseñamos, la mayoría practicamos una total incoherencia entre el hablar y la acción, es decir, no damos el buen ejemplo de lo que predicamos al no ponerlo en práctica. Por ejemplo: a nuestros alumnos les hablamos de respeto y solidaridad, de defender nuestros derechos y la mayoría nos comportamos en forma indiferente, es decir somos los primeros en incumplir; les hablamos de igualdad, democracia, pero en la práctica nos contradecimos, porque pretendemos que nuestros alumnos hagan nuestra voluntad; tantas cosas que enseñamos en Educación Cívica o Personal social, en religión y sin embargo los maestros no los cumplimos. Puede por ejemplo un maestro autoritario enseñar y hablar con sinceridad lo que es la democracia o el respeto; puede un arribista y adulón enseñar la defensa de derechos y la justicia; puede un indiferente y miedoso enseñar y hablar de firmeza, audacia y valentía. ¡Claro que no! La mayoría sólo tratamos de ser servidores útiles, poco o nada nos interesa que el sistema educativo actual esté plenamente calculado para inculcar a toda costa la ideología de los que controlan la economía y se convierten en clase dominante; porque este sistema no nos educa, sino nos amaestra en provecho de esa clase, para no turbar su sosiego de enriquecerse a costa de pagar poco a sus trabajadores y, comprar barato para vender caro. A veces ni nos damos cuenta o no nos queremos dar cuenta de nuestra disciplinada sumisión servil y subordinación a su poder, incluso nos ponemos en contra de aquellos que si se han dado cuenta. O sólo atinamos a decir: “es su problema”, “les gusta meterse en eso”, “algo buscarán”, etc. Nos han anulado también nuestras cualidades político-morales y combativas. Nos alejan de una verdadera educación partidista: Significa tomar partido por una real educación de calidad a favor del pueblo. No calidad por calidad. Ellos luchan incansablemente para mantenernos desunidos, inconscientes e incapaces de hacerles frente. Promueven el apoliticismo, el neutrismo y la traición a nuestro pueblo. Es decir no tomar partido por nadie y por nada; pero, si nos damos cuenta, cuando adoptamos esa actitud, ya estamos tomando partido, pero a favor de ellos. Eso se llama tener espíritu partidista burgués, que es lo que ellos quieren que tengamos. El pretexto clásico e ingenuo que ponemos es: “no me gusta meterme en problemas”. Nuestra indiferencia les favorece a ellos, por eso reitero: La indiferencia es la peor de las traiciones. Los maestros debemos defender el espíritu partidista de la educación, pero que responda a los intereses de nuestro pueblo en contra de los intereses y la influencia de la élite que nos domina. Y, este espíritu de partido no sólo debe ser de palabra, sino también de hecho. Debemos dejar de seguir siendo juguetes en las manos de quienes son partidarios del apartidismo y el apoliticismo; ello no beneficia una educación de calidad para nuestro pueblo, sino para ellos. La consigna del apartidismo y el apoliticismo es una consigna burguesa. Ellos nunca van a permitir que tomemos partido por el pueblo, siendo nosotros del mismo pueblo. Así es la educación, una cruenta lucha ideológica y política. Hasta estos momentos sólo se ha manifestado una sola posición: La burguesa o capitalista. Entonces, tomar partido del lado del pueblo es un problema de principios, de ética y moral. ¿Puede haber término medio en estas circunstancias? Absolutamente ¡NO! La ideología dominante tiene diferentes ropajes y todas quieren erosionar la ideología popular, descomponernos, desunirnos y debilitar nuestra moral de pueblo, por eso a veces nos avergonzamos de pertenecer al pueblo porque también siembran desconfianza entre nosotros. Nos imponen despreocupación por la lucha ideológica y política, porque saben que ello es el problema central y pretenden mantenernos dentro de la rigidez tradicional y oposición incluso a lo que tanto pregonan, las innovaciones; simulan querer calidad, pero en la práctica se oponen a ello. Nos tienen reservada una vida ecléctica, por tanto maestro ecléctico, educación ecléctica, donde todo se niega y todo se acepta, no se toma partido por nada o se toma por todo; ingenuamente se dice “primero mis alumnos” y nos enjaulamos en el aula; se desarrolla un pensamiento referencial, donde frente a la persona se concuerda y en el momento de las decisiones se excluye, o, estando lejos se concuerda con el otro. Verdadero oportunismo mental donde les acepto a todos sus ideas, pero, me mantengo al margen para no “pelear” con nadie. Esta es la manipulación más perversa y sofisticada del que somos víctimas los maestros. Sin embargo, las buenas e hipócritas relaciones humanas no deben anularse. Ellas son la máscara no sólo de nuestra indiferencia, sino de la explotación. Por otro lado, en estos últimos tiempos, los maestros nos hemos desprofesionalizado por culpa del salario liliputiense: Somos al mismo tiempo vendedores, choferes, taxistas, combistas, cambistas, abogados, contadores, enfermeros, boticarios, periodistas, etc. En trabajos de mañana, tarde y noche, precarizando además nuestra salud y nuestra condición de ser humano. Nos han convertido en maestros de cachuelo y propina. Y, eso también afecta a nuestros hijos y a nuestros alumnos. Por eso es fundamental pensar que, toda situación que viva el niño en su entorno familiar, de todas maneras le afecta en su aprendizaje, pero, hay algo que los maestros también sabemos, que, el trato que le demos en el aula, le va a marcar mucho más. Por ello, al margen de nuestra situación como maestros, no podemos permitir que nuestros niños sigan sufriendo en el aula, es nuestra obligación y responsabilidad darle afecto, crearle un ambiente acogedor y estimulante, sin imposiciones y enseñarle a defender sus derechos, pero ante todo, desarrollar un buen trabajo escolar. En cuanto al trabajo escolar, también hay una concepción antojadiza de las autoridades controladoras: Se nos habla del trabajo escolar en forma general y sólo la referida al de la institución educativa. Sin embargo los maestros llevamos el trabajo escolar en dos formas: 1.- El trabajo escolar de plan y tareas.- Planificación, elaboración y corrección de pruebas, elaboración de las programaciones curriculares, registros libretas, actas, etc. Generalmente o casi siempre lo hacemos en nuestras casas. No se toman en cuenta para nuestra paga. 2.- El trabajo escolar académico.- Se refiere al dictado de clases, enseñanza o el trabajo con los alumnos. O lo que a nuestros burócratas “especialistas” les gusta llamar “horas efectivas de clase”. Ahora generalizado a 30 horas semanales, pero nos pagan sólo por 24. Esta aclaración nos permite precisar que, el Estado nos paga sólo por el trabajo escolar académico en la institución educativa, más no así, lo trabajado en nuestras casas, que son aproximadamente 5 horas diarias adicionales; al mes 150 horas. Si multiplicamos por los 3 soles diarios promedios que nos pagan, son 450 nuevos soles mensuales que nos adeudan; 450 nuevos soles de plusvalía que se embolsa la caja fiscal por cada maestro. Multiplique UD. por los más de 300 000 maestros, aproximadamente, estamos hablando de un poquito más de 135 millones de nuevos soles mensuales. ¿A dónde va ese dinero? Indudablemente al pago exorbitante de la burocracia. Es otra verdad acumulada que falta cobrar. Esto parece anecdótico, marginal y hasta ridículo, según el lente que lo vea. Pero, absolutamente real. Rígidamente enmascarado en una falsa responsabilidad magisterial de “Tú has escogido ser maestro”, “sabías que era así”. Etc. Con un trabajo escolar anodino que sólo favorece al que tiene el control económico y al mantenimiento de su poder. ¿Cómo es el trabajo escolar? Será materia de la tercera parte de estas entregas.

1 comentario:

  1. Elizabeth Restrepo14 de mayo de 2010, 9:24

    Maestro lo felicito por hacer la tarea de ponerle palabras a lo que pensamos muchos maestros, usted vive en un país en el que puede hablar de lo que piensa, lo que yo no puedo hacer, pues lo mínimo es que pierdo mi trabajo y mi familia moriría de hambre o me podrían hasta matar. Pero usted tiene toda la razón.

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