Forjando la educación transformadora
Por esta razón les voy a presentar una síntesis sumaria de los problemas educativos que aparentan generalidad, pero, son muy concretos y que nos comprometen como seres humanos sensibles a denunciarlos y contribuir para su resolución desde la trinchera donde nos encontremos, con mucha sed de transformación, es decir, en función del cambio social estructural, letra a letra los iremos desarrollando:
A.-Vivimos fantasías pedagógicas al margen de nuestra realidad.
B.- Nuestra educación es antinacional y alienada.
C.- La enseñanza que recibimos está divorciada de teoría y práctica.
CH.- El arte y la cultura totalmente alienados.
D.- El autoritarismo está latente en nuestras instituciones.
E.- Tenemos formas abstractas de pensar, actuar y trabajar.
F.- El maestro ve muy lejano el cambio social estructural.
G.- Nuestra educación insiste en el neutrismo ideológico y político.
H.- Los textos enseñan valores abstractos y alienantes.
I.- Las carencias y sufrimientos económicos dificultan la calidad educativa.
J.- Los valores sociales no se cumplen.
K.- El gremio sindical no es factor pedagógico importante.
L.- El burocratismo de la gestión educativa. Es problema gravitante.
LL.- Nuestra evaluación escolar es subjetiva.
M.- Hay total desarticulación entre niveles educativos.
N.- Desconocimiento práctico de la ética profesional y moral.
Ñ.- Pocas condiciones para las prácticas renovadoras.
O.- Existencia de un autoritarismo disciplinario escolar.
P.- Conservadurismo educativo de las familias.
Q.- Falta de razonamiento lógico, matemático y verbal.
R.- Aguda normatitis de nuestras autoridades.
S.- Imposición de la concepción idealista del mundo.
T.- La enseñanza descriptiva y enumerativa de la historia.
U.- Falta lineamientos políticos para una educación bilingüe.
V.- Medios de comunicación alienante y consumista.
W.- Currículo impuesto desde una oficina.
X.- Se imparte conocimiento simple y superficial.
Y.- Persistencia de una rígida educación tradicional.
Z.- Necesidad de una transformación radical y profunda.
Por Carlos Villacorta V.
Forjando la educación transformadora
B.- Transformar nuestra educación alienada en educación nacional (PRIMERA PARTE)
Que nuestra educación debe ser autónoma y nacional, viene desde la invasión genocida española. Aspiración vieja pero no caduca. Curiosamente la autonomía y lo nacional son dos aspectos claves para nuestro desarrollo, pero, no destacan pese a su antigüedad. Nunca las clases dominantes que han controlado y controlan nuestro país se han interesado por la autonomía y una educación nacional. Nuestros grandes literatos y la frondosa literatura no toman en cuenta la cuestión nacional.
Nuestra música, nuestros bailes, y nuestra cultura en general no se muestran por la TV y si hay algún programa, se reproducen a la hora que todos están durmiendo. Al quechua, no se le toma en cuenta para nada, pese a ser símbolo lingüístico de nuestra cultura, y lengua oficial. Menos las otras lenguas nativas. Nuestras nacionalidades, el mundo andino, están totalmente desvinculados de la historia de nuestro país y lo que es peor de nuestra práctica cotidiana.
Es increíble que desde nuestra independencia, vivamos todavía totalmente fragmentados, desconectados, desintegrados y enfrentados con prejuicios casi virreinales y dogmáticos, que imposibilitan una adecuada formación y nuestro desarrollo como nación. Para enfrentar la “globalización” y su “apertura” económica, comercial y cultural, se necesita tener una poderosa identidad nacional y cultural, pero, la alienación corroe todos los poros de nuestra sociedad.
En ese sentido, desalienar nuestra sociedad y por tanto nuestra educación, pasan necesariamente por comprender y constatar el tipo de sociedad que estamos viviendo:
La herencia de la sociedad tawantinsuyana no ha sido liquidada: Machu Picchu, el huayno, la vestimenta, la comida, los productos andinos que nos representan a nivel internacional son una muestra de ello. En general nuestra cultura andina. Aparte por supuesto las costumbres y convicciones que del campo pasan a consolidarse en las ciudades, que algunos sarcásticamente le denominan “cholificación” sin entender la magnitud y la implicancia social, cultural, filosófica e incluso económica que tiene el término.
Las otras herencias, influencias, sometimientos y dominios extranjeros, (que analiza magistralmente Mariátegui) se conjugan para desaparecer definitivamente lo que es nuestro origen, pero, no han podido ni lo pueden hacer. El Perú y su cultura andina tienen el acero donde es imposible negar el pasado para construir el futuro. Hay que entender de una buena vez que el presente sin pasado no vale nada, menos el presente sin futuro. Tampoco seguir enfrentando el pasado con el presente.
Negar nuestro pasado para construir el presente es patético y alienante, sin posibilidades de un futuro nuestro. Peor aún dejarse manipular por los “globalizadores”, con el santo de la “modernización”. Esto no quiere decir, de ninguna manera dejar de lado los adelantos de la humanidad, tampoco es razonamiento pasadista, ni mucho menos xenofóbico. Es buscar nuestra legítima paternidad para conjugar nuestra personalidad e identidad nacional, que ahora pretende también negarnos la “globalización” con su “mundo sin fronteras”.
Asimismo, estas constataciones y razonamiento nacional vigente más que nunca y que no excluye de ninguna manera la cultura mundial, nos plantea un gran problema a resolver: Adecuar nuestra cultura andina a los actuales avances culturales, tecnológicos y científicos, elevando a categoría nacional de primer orden, principalmente el trabajo colectivo (Ayni) la música andina, el idioma quechua y la vestimenta nativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario