miércoles, 24 de junio de 2009

SABER Y PODER, EDUCACIÓN DEL FUTURO

LA EDUCACIÓN DEL FUTURO II b) Los condicionantes socio-políticos Pero el futuro de la educación no depende únicamente del avance de los conocimientos, sino también de la forma que la sociedad decida que estos conocimientos se deben crear y distribuir. No cabe duda de que la vinculación entre saber y poder se estrechará aún más en el próximo siglo. El monopolio del conocimiento a nivel planetario y al interior de cada una de las sociedades pasa a ser un elemento imprescindible para concentrar aún más el poder económico y político. ¿Prevalecerán las perspectivas democratizadoras o, por el contrario, se verificarán las actuales tendencias hacia la diferenciación y la marginación de amplios sectores de la sociedad? Cuando pensamos en la educación de las próximas décadas, ¿estamos imaginando un sistema educativo de calidad homogénea para toda la sociedad o en múltiples sistemas educativos, cada uno dirigido a otro segmento de la población? El modelo de escuela pública que actualmente conocemos es hijo de los ideales de "igualdad, libertad y fraternidad" que enarboló la Revolución Francesa. Estuvo construido con el objetivo de integrar a todos los habitantes a la idea de Nación y de ciudadanía moderna. Lo mismo se puede señalar para el caso argentino. La Ley 1420, sancionada hace más de un siglo, definió a la educación como la herramienta principal para convertir una población dispersa, originaria y culturalmente heterogénea, en "ciudadanos argentinos". Por el contrario, las tendencias a la marginación y la fragmentación social que actualmente provienen de la economía podrían anunciar una función diferente para el sistema educativo: consolidar la exclusión. Es sintomático que un conjunto de obras clásicas de la ciencia ficción muestren un horizonte social en el cual la misión de la educación será diferenciar. Tanto el recordado Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, como Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y La máquina del tiempo, de H. G. Wells, por tomar sólo algunos ejemplos, muestran un futuro donde el poder es monopolizado por un grupo que también concentra los conocimientos y la cultura. El futuro que se imagina para la educación en estas obras no es muy alentador: el cercenamiento de la posibilidad de educarse para las mayorías representado en la quema de los libros o la construcción de mecanismos educativos diferenciados por grupos para que cada estamento refuerce y legitime la reproducción de un orden social injusto. La posibilidad de donación humana actualmente puesta en debate genera un horizonte donde la diferenciación respecto de las posibilidades de acceso al conocimiento podría ser previa aún al nacimiento. Alejandro Piscitelli planteó en una reciente conferencia que en el futuro "...la sociedad se podría dividir en geno-ricos y geno-pobres. Según las posibilidades económicas de cada uno, algunos podrían elegir, a partir de un catálogo de genes comprado en cualquier supermercado, un hijo con coeficiente intelectual de 200 y otros de 400 (Clarín, 6-4-97). Pero, dejando de lado la ciencia ficción, múltiples investigaciones prospectivas señalan tendencias preocupantes. Uno de los estudios más serios, el realizado por André Gorz (1991) prevé que, de continuar las actuales tendencias en el mercado de trabajo, sólo un 25 por ciento de la población estará permanentemente integrada a los puestos de trabajo modernos. Un 25 por ciento más estará en la periferia estable, como "ejército de emergencia" entrando y saliendo del mercado. El 50 por ciento restante tendrá empleos externos y precarios, permaneciendo en situaciones de marginalidad. ¿Es posible imaginar una educación igualadora ante un horizonte social tan fragmentado? Frente a las tendencias marginadoras, la paradoja que se presenta es que pensar en una función integradora para la educación del futuro exige volver la vista atrás. Hacia la idea originaria de la educación universal, igualitaria y obligatoria. Recuperar la concepción de que "... la sociedad no puede subsistir más que si existe entre sus miembros una homogeneidad suficiente: la educación perpetúa y empareja dicha homogeneidad, fijando por adelantado en el alma del niño las similitudes esenciales que requiere la vida colectiva (Durkheim E. 1975). En el marco de la tensión exclusión-integración que signará las próximas décadas, el papel de la educación en torno de la formación para la cohesión social y para la convivencia será decisivo. Sólo la educación podrá brindar los conocimientos, valores y los códigos comunes para que todos los argentinos se encuentren en igualdad de condiciones para participar activamente en el mundo del trabajo y de la vida social y política. c) Los condicionantes educativos Por último, el ritmo con que cambian las estructuras educativas y la práctica en las escuelas no acompaña las transformaciones del contexto. Por esta razón merece un análisis particular. La recreación de una imagen utilizada .por Seymour Paper (1995) puede ilustrar esta afirmación: supongamos por un instante que un cirujano fallecido en el siglo XIX resucita en la actualidad y debe operar a un paciente en un quirófano equipado con los más recientes avances de la tecnología médica. ¿Podría realizar la cirugía? Imaginemos una situación equivalente con un ingeniero del siglo pasado que debe construir un puente con las actuales tecnologías. ¿Nos animaríamos a transitar por él? Los cambios resultarían más asombrosos para alguien que hubiera trabajado hace 100 años en el ámbito de las comunicaciones, los transportes, la biología, etc. Ahora realicemos el mismo ejercicio con un maestro resucitado después de un siglo. ¿Encontraría muchas diferencias entre la escuela que conoció y la actual? ¿No es factible suponer que cien años después podría seguir dando clases y, en el caso de muchas materias, hasta podría mantener los mismos programas? Las condiciones actuales para romper con el inmovilismo escolar son inmejorables. Nos encontramos ante una transformación tecnológica que, en el ámbito educativo, sólo puede tener parangón con la invención del libro impreso. Aquel avance ocurrido hace más de 400 años permitió modificar radicalmente la organización del aprendizaje, posibilitó que la enseñanza sea un proceso colectivo y generó las condiciones para que todos puedan acceder a la escuela. Actualmente la incorporación de la informática, las redes comunicacionales y los medios audiovisuales ofrece una perspectiva similar. ¿Será posible vencer las tendencias conservadoras e iniciar un proceso de cambio profundo como el que el inicio del nuevo siglo reclama

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