“Yo no soy una palabra envuelta en confusas metáforas ni mi pueblo una/ mañana opacada por el sol
Hay versos y construcciones revueltas entre sí que solo en la mentalidad del / escritor revelan un gran secreto
Siempre ha habido espacio para aquello que el instinto domina, / como cuando el otro nos es ajeno y decidimos enclaustrarnos una vez lograda nuestra propia victoria
Allá donde la luz gobierna vida ha de haber y hacia allá los videntes habremos de ir / ¿Acaso la huangana no recorre grandes distancias hasta encontrar un tranquilo paraje que lo calme de su sed y de su hambre?
¿Será metáfora una antigua civilización que los arqueólogos del lenguaje jamás lograrán descifrar?
Si es así, / no seremos sino rancios visitantes de un solitario vestigio que solo el guía parece reconocer…”.
[*] Fernando Shuar Velásquez. Poeta awajun-wampis. Estudiante de Filosofía de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. El 2006 recibió una mención en un concurso nacional de poesía. Este poema forma parte de un libro inédito.
domingo, 14 de junio de 2009
LA AMAZONÍA NARRÓ SU PROPIA HISTORIA
La amazonía narró su propia historia
Por: Manuel Cornejo Chaparro*
UNO
A fines de la década del cincuenta el joven Vargas Llosa llegó al Marañón con un grupo formado por Efraín Morote Best, el antropólogo mexicano Juan Comas e investigadores de la Universidad de San Marcos y el Instituto Lingüístico de Verano (ILV). En esa estadía en el Alto Marañón, Vargas Llosa observó la historia de Jum, un profesor awajun de Urakusa que había recibido instrucción del ILV en Yarinacocha y que al intentar defenderse de los continuos maltratos de los comerciantes de la zona terminó azotado y rapado en un árbol bajo la mirada arrogante de los mestizos y autoridades de Santa María de Nieva. Otra historia que Vargas Llosa escuchó en innumerables ocasiones fue la del japonés Tushía, un comerciante que había organizado un pequeño ejército personal dedicado a robar mujeres, caucho y pieles. Vargas Llosa regresó a Lima fascinado con ese mundo desconocido que luego volcó en su célebre novela “La Casa Verde”.
A pesar del tiempo transcurrido —más de medio siglo— nuestro imaginario criollo ha continuado regido por desvaríos coloniales y estereotipos cargados de racismo hacia los indígenas amazónicos. A pesar de esta persistente invisibilización, estos pueblos indígenas son sujetos de cambio, con narrativas propias: dejan de ser personajes de novelas y de películas de Hollywood para convertirse en actores y partícipes principales en esta nueva mirada al Perú, donde las preguntas convergen como cascadas jíbaras, que desembocan en una sola: ¿Cuál es el país que soñamos para nosotros y los que vendrán después? Quizás si nos sentáramos a dialogar con nuestros hermanos awajun y wampis y shipibos y asháninkas y los demás pueblos amazónicos podríamos encontrar las respuestas.
DOS
Esta imagen de salvajes, guerreros y primitivos con que la mayoría de medios de comunicación ha etiquetado a los awajun y a los wampis no es de ahora solamente. Es una imagen congelada y anacrónica que viene de la época de la Conquista, y aún antes, de la época del incanato, debido a que nunca pudieron ser conquistados. Túpac Yupanqui y Huayna Cápac fracasaron en su intento de someterlos al Imperio Inca, luego ingresaron los españoles que habitaron esas tierras durante algunas décadas, explotando oro de la región; en un comienzo las cosas iban bien con los awajun y wampis, pero los españoles empezaron a maltratar a la población indígena y fueron expulsados de esa región en 1599. La época del caucho, funesta para la mayoría de pueblos amazónicos, tuvo menos efecto en esta región: los indígenas no permitían el abuso de los patrones.
El verlos como salvajes es una ficción más: solo basta conocer las historias de Nunkui y la sabiduría del bosque, o las historias de Etsa (el sol) y su hermano Nantu (la luna) masculino y ancestral, o los cantos que susurran palabras mágicas de aires lejanos que ellos llaman Anents y que se entonan al atardecer, o comprender las técnicas del Iwishin, que tiene el poder de ver las enfermedades y curar los daños inesperados y vecinos, o descubrir la fuerza del Ajutam, que da su visión y muestra un camino que equilibra la vida. Estas historias y esta visión del mundo, revitalizadas por la tradición y las transformaciones culturales, también han sido recopiladas por José María Guallart s.j. y Manuel García Rendueles s.j., pero siguen siendo desconocidas por la mayoría de nosotros.
TRES
En los últimos 50 años, los awajun y wampis se adaptaron a los nuevos tiempos, dejaron de vivir dispersos en el bosque y se agruparon en comunidades nativas. Muchos profesores y líderes se formaron con el acompañamiento de las diversas iglesias, organizaciones de la sociedad civil e instituciones del Estado con presencia en la zona, y —al igual que Jum— no se dejan avasallar por las políticas que vienen de afuera y que no los toman en cuenta. En Lima hay más de un centenar de estudiantes indígenas que cursan estudios superiores y algunos han concluido estudios de posgrado: uno de ellos es Fernando Shuar Velásquez, quien intenta confluir su infancia en la selva y su vida citadina a través de la construcción de un universo poético. El viejo Tushía se convirtió en una leyenda todavía contada en el río Santiago, pero uno de sus tataranietos, Dick Tushía, estudió Derecho y el año pasado terminó su maestría en Estudios Amazónicos en la Universidad de San Marcos.
Ahora es la oportunidad para que construyamos ya no una historia fragmentada y ficticia, que da lugar a equívocos irreparables y ausencias que lamentamos profundamente, sino un proyecto nacional donde puedan caber todas nuestras gentes, saberes y cosmovisiones.
(*) Investigador del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP)
Imágenes de “El ojo verde, cosmovisiones amazónicas. G. Landolt, ed / Formabiap-Aidesep, 2004, Lima, Fundación Telefónica.
Un poema awajun-wampi *
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