domingo, 18 de septiembre de 2011

♣ LA CORDILLERA SE DERRITE CON EL CAMBIO CLIMÁTICO


La cordillera se derrite


Como el Ártico, la Cordillera Blanca peruana es uno de los ambientes naturales donde más se notan los primeros impactos del cambio climático. La nieve y el hielo ya están desapareciendo, y hasta los nevados más altos podrían convertirse en cerros en unas pocas décadas, con graves consecuencias para  el Callejón de Huaylas. Visitamos las alturas del Parque Nacional Huascarán con el célebre montañista Richard Hidalgo y constatamos los cambios.

Texto y fotos Simeon Tegel 

Desde el glaciar Yanapaqcha, a unos 5.200 msnm en el corazón del Parque Nacional Huascarán, la vista no podría ser más imponente. Empinados nevados llegan hasta el horizonte mientras que abajo, a través de las nubes, quebradas escarpadas desembocan en lagunas de un turquesa perfecto.

Pero mientras nuestros crampones crujen en el hielo duro de la mañana, queda claro que no todo va bien en este espectacular paisaje. “El glaciar parece un paciente muriendo de un virus,” dice Richard Hidalgo, probablemente el montañista peruano de mayor trayectoria en la actualidad. “La enfermedad lo está carcomiendo desde adentro.” El cambio climático empiece a asolar la Cordillera Blanca.

Las cifras no mienten. Entre el 2000 y el 2010, un  glaciar promedio de la Cordillera Blanca retrocedió 250 metros, según César Portocarrero, coordinador de la Unidad de Glaciología y Recursos Hídricos del Ministerio de Agricultura en Áncash. Y entre 1970 y el 2010, la Cordillera Blanca ha perdido un 34% de área de sus glaciares, un total de 244 km2. En otras zonas del país la situación está peor; en la Cordillera Huayhuash, por ejemplo, la pérdida es de un 66%. 

Pero, como Richard explica, el problema de los glaciares no solamente se ubica en el retroceso. Mientras recorremos Yanapaqcha su preocupación se intensifica. Una gran parte de la zona inferior del glaciar está plagado de manchas negras, charcos fangosos, lagunitas que se congelan cada noche y se derriten todas las tardes, y pozos enormes. Secciones largas del glaciar parecen cóncavas mientras que el río de hielo debajo de la nieve comprimida se tuerce y derrite paulatinamente.

“Las condiciones actuales dan más miedo”, dice Richard, reconociendo la naturaleza peligrosa de su deporte. “Hay que ser más cuidadoso.” Richard lo  sabe. Es un guía internacionalmente certificado y reconocido, que ha subido dos de las 14 cumbres arriba de los 8.000 msnm. Este mes regresa a Nepal para intentar Manaslu, el octavo pico más alto del mundo. Y ni se acuerde cuántas veces ha trepado el poderoso Huascarán.

Pero para Richard todas estas experiencias son lo de menos. El año pasado perdió a su colega, el guía estadounidense Tyler Anderson, justo unos 200 m arriba de donde estamos parados. Richard cree que Tyler ha sido el primer montañista fallecido en la Cordillera Blanca por el cambio climático.

Nadie sabe con certeza la causa, pero parece que Tyler murió cuando colapsó una vasta sección del glaciar alrededor de una grieta que acababa de cruzar. Tyler, 37 años, cayó unos 20 metros y se rompió el cuello. Sabido es que conocía muy bien Yanapaqcha y que, para un montañista de sus capacidades, la ruta era nada más que una caminata con altura. “Esta grieta no era normal,” dice Richard, quien participó en el rescate del cuerpo de su amigo. “Había un laberinto de huecos dentro del glaciar. 

Nunca había visto algo parecido. Creo que Tyler aún estaría con nosotros si no fuera por el calentamiento global”.

Pero los peligros del paisaje en transición de la Cordillera Blanca tienen un potencial alcance que no solo afectará a la comunidad andinista. Mientras se derriten, los glaciares pierden tracción con las laderas de las montañas y aumenta así el riesgo de avalanchas masivas. A la vez, las escorrentías de los glaciares forman enormes lagos andinos con una muy alta probabilidad de desbordarse. Abajo, mucho más abajo, están las zonas pobladas del Callejón de Huaylas. La amenaza se intensifica por la posibilidad de un deslave, avalancha o caída de rocas al lago. Tampoco hay que olvidar que toda la zona es sísmica. 

Uno de estos lagos, Palcacocha, hace peligrar Huaraz, con sus 120.000 habitantes. Su volumen actual de 17 millones de metros cúbicos es 34 veces mayor que en los 70’s y las autoridades han clasificado a Palcacocha desde el 2009 con el rótulo: “amenaza muy alta” de derramarse. Con las heridas aún profundas de la catástrofe de Yungay, en 1970, la población del Callejón de Huaylas toma la posibilidad muy en serio.

Pero la problemática de la desglaciación andina también alcanza a la costa. Allí vive más del 60% de la población del país, unos 20 millones de peruanos, en uno de los desiertos más áridos del mundo. Dependen en gran parte de la escorrentía andina para el abastecimiento del agua. Actualmente los glaciares sirven como repositorios enormes del líquido, arrojando el agua durante el verano costero, cuando más se necesita. Con solamente 2% de la escorrentía andina destinada para la costa – el otro 98% va hacia la selva– el reto ya muy grande de abastecer a todos los peruanos con agua solo se agudizará con la desglaciación andina.

Trepando más arriba, el glaciar de Yanapaqcha parece recuperarse. Por fin, casi toda su superficie es de un blanco uniforme, interrumpido solamente por las largas fisuras delgadas que suelen ocurrir normalmente mientras el glaciar avanza, milímetro por milímetro, hacia abajo. Sin embargo, aun aquí aparecen casi de manera arbitraria unos pozos extraños, la primera manifestación de la enfermedad que viene desde abajo.

Arriba de nosotros descuella la cara imponente de la cumbre sur de Huascarán, con sus casi 7.000 msnm. Y otra vez las cosas no son como parecen. Richard me explica cómo, hace apenas tres años, toda esta pared de granito gris estaba cubierta con una capa honda de nieve y hielo. A causa del cambio climático, la cara deslumbrante ya es demasiado resbalosa para que la nevada se le pueda pegar.

Los cambios en el Parque Nacional Huascarán están sucediendo tan rápido que Richard los ve de una temporada a otra. “No puedo imaginar cómo será el parque en diez años,” dice. Aunque las dos cumbres de Huascarán y la garganta entre ellas, a unos 6.000 msnm, actualmente quedan tapadas por una blanca, gruesa y helada manta, el ingeniero Portocarrero no descarta que la montaña más alta del Perú pudiera dejar de ser nevado y convertirse en un cerro alrededor del 2050. Si sucede eso, la Cordillera Blanca habrá sufrido la última indignidad de ver su nombre volverse nada más que un recuerdo de la majestuosidad obsoleta de un paisaje desaparecido.La República

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