sábado, 7 de noviembre de 2009

♣ LAS PANDILLAS Y BARRAS BRAVAS EN EL PERÚ

Las pandillas captan a niños de hasta 8 años en Lima Las pandillas y barras bravas continúan sembrando el terror en los distritos más populosos y llegan hasta las zonas, aparentemente, más seguras. SON NIÑOS Y JÓVENES EXCLUIDOS POR EL CAPITALISMO, CUYOS PADRES EN SU MAYORÍA ESTÁN SUMIDOS EN LA MISERIA, CON SALARIOS LILIPUTIENSES Y DESEMPLEADOS. Las peleas entre los 'barras bravas' de Alianza Lina y la 'U' son frecuentes a la salida de los clásicos. Por Lourdes Fernández Álex tiene 11 años, las zapatillas sucias, la mochila rota y la mirada perdida. Hace dos años aprendió a “cogotear’ y hace menos de un mes decidió no volver al colegio. Nunca responde cuando lo llaman por su nombre cada noche que sale con “Los chato junior” a tirar piedras. “Gato’ –como le gusta que lo llamen– no se sonroja cuando admite que quiere ser como su hermano mayor, que ahora está en Maranguita por segunda vez. De grande, dice, si no logra ser un marinero, prefiere ser un “parador”: el que mejor pelea. La incursión de menores de entre 8 y 12 años en las pandillas juveniles se ha convertido en un problema diario en distritos como La Victoria, San Juan de Miraflores, Rímac, Villa El Salvador y Comas, entre otras zonas. Según el último estudio de Violencia Juvenil de Lima y Callao de la Policía, se ha identificado a 410 pandillas integradas por 12,128 jóvenes. Se calcula que unos mil menores se unieron a pandillas en el último año. Para el alcalde de Surquillo, Gustavo Sierra, tal fenómeno no es nuevo porque los chicos de esta edad solo siguen el ejemplo de los que ellos consideran líderes. El consumo de drogas y el uso de armas blancas y hasta de armas de fuego forman parte de la rutina de vida de estos jóvenes, que actúan bajo el mando de la pasión y la violencia y que no cuentan con el respaldo de una familia. El psicólogo social Federico Tong precisa que entre las modalidades más peligrosas de violencia juvenil están las protagonizadas por las pandillas barriales –integradas por niños y adolescentes– y las barras bravas, que son las más numerosas. En El Agustino, por ejemplo, existen tres barras bravas que de-satan el terror: “Invasión Grone’, “Agustinorte’ y “Comando Grone’. “Se juntan en la zona de Puente Nuevo y ahí empiezan a fumar de todo y a robar al paso. Es de lo más natural ver a niños de 10 y 12 años consumir (drogas). El niño ve esto como una cosa natural”, alerta el jefe de Seguridad Ciudadana del distrito, Jorge Nieves. Según el estudio de la Policía, el comportamiento violento se debe a la pérdida de capacidad de control de los padres que, la mayoría de veces, no están en casa. Por ello, los menores buscan el ejemplo en los líderes callejeros. “Es generacional. En ellos se repite la jerarquía. Los mejores líderes son los “paradores’. Entonces, los más chicos quieren copiarlos. Estamos frente a un fenómeno mucho más complejo porque los barristas y los pandilleros están involucrados no solo con el consumo, sino con la comercialización de drogas”, sostiene el especialista. PREVENIR SIN REPRIMIR. Para afrontar este dramático problema, y a raíz de la muerte de una joven contadora a manos de barristas de la “U’, se han lanzado diversas propuestas en la última semana: desde empadronar a los integrantes de las diferentes barras deportivas hasta la petición del presidente de la República, Alan García, de lanzar perdigones a los vándalos. Los municipios de El Agustino y de Surquillo han optado por ser más eficaces. En este último distrito, por ejemplo, la reducción de pandillas juveniles ha sido visible en los últimos años. El gerente de Desarrollo Social y Juventudes de la comuna de Surquillo, Luis Tipacti, afirma que las casi 19 pandillas juveniles que asediaban los parques y las avenidas del distrito han desaparecido. “Podemos decir que, gracias al programa de reinserción social que hemos realizado, ya no somos el “Chicago Chico’ de antes”, indica. Solo en el último año, hasta 60 ex pandilleros recibieron un empleo en obras de construcción o de limpieza de la zona. En El Agustino, de las 23 agrupaciones violentas que existían, solo quedan rezagos de tres de ellas. La inclusión laboral y las oportunidades han cambiado el panorama. No obstante, falta mucho por hacer para frenar el accionar de estos grupos. Perú 21.

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