domingo, 15 de noviembre de 2009

♣ LIMA MEGA BARRIADA

Lima mega barriada La capital peruana no es más una metrópoli asfixiada por asentamientos humanos marginales: es ella misma una gran ciudad informal y caótica que, ante la aparición de nuevas invasiones, ha terminado por reproducir sus vicios urbanísticos y su anárquica manera de edificar los espacios de vida compartida. Por GHiovani Hinojosa Casuchas de triplay en las azoteas de edificios señoriales, fierros impúdicamente expuestos en los techos de algunas casas como señal de que la construcción todavía no ha acabado –y que probablemente no acabará– y cierto aire gris que envuelve a Lima en un ambiente caótico e informal. La estética chicha se ha convertido hoy en el paisaje oficial de la ciudad. “Si Lima hace treinta años era una urbe agobiada por las barriadas, hoy es ella misma una megabarriada con pequeñas porciones de ciudad consolidada”, afirma el arquitecto Wiley Ludeña, uno de los escasos seguidores de la evolución urbanística de nuestra capital. Según él, la construcción desordenada e instintiva que caracteriza a los asentamientos humanos –desde las primeras invasiones, en los años cuarenta, en los cerros San Cosme y El Pino (La Victoria)– se ha trasladado a la urbe “oficial” y ha terminado uniformizando la vista general de Lima. “La ciudad formal y planificada –espacios como el Campo de Marte, el Parque de la Exposición y el Parque de la Reserva, por ejemplo, edificados entre el siglo XIX y principios del XX– no ha sido capaz de convertirse en el modelo urbano respetado, reciclado e interpretado por la ciudad informal. Hoy tenemos una Lima a medio hacer, precaria y descuidada”, reflexiona Ludeña. Pero su tesis de Lima como gran barriada no solo se sustenta en un análisis histórico-urbanístico, sino que tiene un contundente fundamento estadístico: según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, cerca del 50% del suelo limeño está ocupado hoy por barriadas. La imagen tradicional de una metrópoli rodeada por enclaves de pobreza –con pobladores de costumbres variopintas y gran pujanza empresarial– es hoy, según Wiley Ludeña, una entelequia desfasada: lo correcto sería ver un mar multicolor de barriadas en cuya superficie flotan pequeñas islas de ciudad diseñada. Ese mar multicolor de barriadas es cada vez más grande. El sociólogo y urbanista Gustavo Riofrío, investigador de Desco, ofrece cifras recién traídas de un trabajo de campo: solo en el Cono Sur, se registra 880 hectáreas nuevas de asentamientos humanos, un área equivalente al distrito de Miraflores. Estas barriadas –ubicadas en zonas como la quebrada de Santa María (Villa María del Triunfo), las lomas de Villa El Salvador y la ciudadela Pachacútec (Ventanilla)– están asentadas sobre terrenos muy arenosos y superficies empinadas. Esto –sumado a que el gobierno en la actualidad solo formaliza los terrenos barriales y deja la construcción de la infraestructura de agua y luz a los mismos invasores– dificulta la vida de los nuevos pobladores. En condiciones así, remarca Ludeña, no cabe el afán por construir un concepto de ciudad. Formas de ‘barrialización’ ¿Cuáles son esos rasgos que se han trasladado de las periferias a la “ciudad oficial” y que han convertido a Lima en una megabarriada? El urbanista Wiley Ludeña detecta cinco principales. El primero es la actitud ‘solo pienso en mi espacio’. “En algunos asentamientos humanos con más de 30 años de existencia se ve al interior de las viviendas cortinas y muebles simpáticos, pero en el exterior los ladrillos están sin tarrajear y los fierros de las columnas al aire libre. Sus habitantes no advierten que las fachadas de sus casas son las paredes internas de la ciudad”, explica. Esta misma actitud es la que lleva –ya en el “mundo formal”– al dueño de un departamento de la Residencial San Felipe, por ejemplo, a ampliar un metro más de su sala hacia afuera, cambiar las formas de sus ventanas o colocar mayólicas en su pequeña fachada hacia la calle. La unidad estética del edificio no importa. El segundo rasgo es el enrejamiento de las propiedades. “Los informes técnicos de las barriadas señalan que allí ocurre algo curioso: construyen mal –con poco cemento y poco fierro– o con mucho temor a la inseguridad –con mucho cemento y mucho fierro–”. Es claro que este segundo patrón impera en la ciudad oficial, donde son numerosos los barrios enrejados a modo de guetos. La tercera característica barrial de Lima es la ausencia de áreas verdes. Según Ludeña, los primeros pobladores de las barriadas forjaron sus avenidas y plazas influidos inconcientemente por el ‘urbanismo seco’, esa tradición según la cual los árboles son propios de la vivienda y no de la calle. Así, en la mayoría de asentamientos humanos escasean las áreas verdes. Incluso, en muchas zonas marginales capitalinas la transición entre una y otra barriada la hace un simple muro. Algo parecido se ve en la ciudad “civilizada”, en la que se suele derribar árboles para construir autopistas o uno que otro mastodonte inmobiliario. El cuarto rasgo de la ‘barrialización’ de Lima es la proliferación de edificaciones con poca luz, ventilación y descansos, tal como ocurre en la periferia de la ciudad. Esto se observa con nitidez en los edificios erigidos sobre el lugar que antes ocupaba una antigua casona, sin haber modificado las veredas, las calles y los espacios de estacionamiento. La quinta y última señal que, según Wiley Ludeña, perfila a la capital como una gran barriada es un poco de todo: los carretilleros pululando por las avenidas, los microbuses creando un nuevo paisaje sonoro, las pollerías, los hostales, en fin, todo aquello que hace que cada ciudadano sea en esta ciudad el urbanista anárquico de su rincón. Casa inconclusa Bocas abiertas, ojos sobresaltados, miradas profundas en pos de asimilar lo aparentemente incomprensible. Los reputados arquitectos extranjeros que la semana pasada recorrieron la Lima marginal –como parte de un duchazo de realidad previo a un ciclo de conferencias en la Universidad Católica– buscaban acomodar las esteras maltrechas y los cerros caóticos que observaban en los moldes teóricos mentales que traían desde sus países. La tarea fue extenuante. Uno de los patrones de construcción que más llamó su atención fue la casa inconclusa, esa vivienda de dos o tres pisos que exhibe ladrillos sin tarrajear y fierros puntiagudos en los techos. Algunos se animaron a ensayar explicaciones al paso: el argentino Roberto Fernández habló del factor climatológico (“como en Lima casi nunca llueve, nadie se preocupa por terminar de tarrajear su vivienda; en las ciudades con lluvia, es imprescincible revestir las fachadas y techar la casa sencillamente para no mojarse”) y el español Darío Gazapo mencionó la temporalidad diferente de los habitantes de las barriadas (“las viviendas están pensadas para ser continuadas en el futuro, cuando algún familiar pueda venir a ayudar”). Lima no es más la de ayer: hoy retumba la cumbia en los buses de transporte público, las calles se impregnan de cierto tufillo gris y los habitantes se las arreglan para edificar como quieren. Los gobiernos municipal y central parecen animales demasiado aletargados y burocráticos como para leer estos cambios y diseñar reformas eficientes. Los ciudadanos quedamos, entonces, a cargo de construir un concepto común de ciudad, ese espacio social de vida compartida. EL Mosaico Previ En los 60 se construyó en Lima la urbanización Previ (Los Olivos), el último gran esfuerzo por solucionar el problema de la vivienda popular. 26 proyectos –13 de los cuales fueron diseñados por los mejores arquitectos del mundo entonces, como James Stirling y Christopher Alexander– se concretaron en un área de 5 hectáreas, formando un mosaico arquitectónico inédito en Latinoamérica. La semana pasada, un grupo de arquitectos extranjeros visitó este complejo y comprobó cómo los habitantes habían modificado las estructuras originales de algunas viviendas, algo previsto originalmente por los promotores. Todos coincidieron, sin embargo, en la necesidad de repetir este tipo de propuestas. Ludeña Dixit: • En ciudades como La Paz no se percibe el paisaje degradado, inacabado y sucio que hay en Lima porque sus habitantes sienten que la arquitectura planificada por el Estado es el modelo que hay que seguir. • Un sistema de transporte marítimo basado en yates utilizarán los pobladores del sector A de Lima para trasladarse hacia los balnearios exclusivos del sur en la próxima década. La República.

1 comentario:

  1. JUSTO PASE A LO LARGO DE LA PANAMERICANA DESDE ANCON HASTA SAN BARTOLO, YO NO SE POR QUE EL GOBIERNO NO LE DA ENFASIS A EL DESARROLLO MAS ACELERADO DE LAS OTRAS CIUDADES IMPORTANTES DEL PAIS, LIMA ES EN SU MAYORIA UNA CIUDAD DE ASENTAMIENT0S MARGINALES EN CERROS Y LUGARES DIFICILES UNA PENA COMO SE HA MALOGRADO.

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