viernes, 12 de diciembre de 2008
PREMIOS Y CASTIGOS EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
En todas las familias se dan una serie de circunstancias que van a determinar la manera de ser de los hijos. De la forma en que los eduquemos va a depender su carácter futuro.
Todas las familias deben tener una serie de normas que habrán de ser cumplidas tanto por los hijos como por los padres y cada hijo deberá tener asignado una tarea que cumplir, además de un comportamiento común que deberán ir aprendiendo: ser ordenados, buenos modales en la mesa, tratar con respeto a los demás, cumplir los horarios, etc.
Los niños actúan imitando las conductas. Es muy importante, por tanto, que vean en sus padres a personas disciplinadas que cumplen las normas de la familia y que en todo momento actúan con respeto y educación. Ante el incumplimiento de sus tareas o ante un comportamiento inadecuado, los padres deben actuar haciéndoles saber a sus hijos que esa forma de actuar no es la que esperan de ellos.
Todos los padres, utilizan en algunas ocasiones como instrumento para educar a sus hijos, los premios y los castigos. Tanto uno como otro son métodos que pueden servir de gran ayuda para educar y para ir modelando la conducta de los hijos, todo dependerá de cómo los manejemos. Estos métodos son eficaces si no se utilizan con excesiva frecuencia y en los casos en que el tratamiento habitual, conversar y reflexionar no surta efecto.
Cómo premiar
Los premios sirven para reforzar la buena conducta. Es decir, si inmediatamente después de que nuestro hijo realice alguna tarea o tras una buena conducta, sucede algo gratificante para él, éste tenderá a hacer lo mismo con más frecuencia. De esta forma, con el paso del tiempo estas conductas se van repitiendo hasta que los niños consiguen aprenderlas.
El niño debe entender con claridad qué conducta es la que esperan de él y qué es lo que los padres desean que haga con más frecuencia para ganar la recompensa. No hay que decir "qué desobediente eres" sino "por favor, pon la mesa".
La recompensa debe ser inmediata y siempre la acordada, si cambiamos o retrasamos el premio que ya habíamos acordado lo entenderá como un incumplimiento de nuestra promesa. Por su parte, él deberá cumplir total y perfectamente con lo pactado; de lo contrario, no debemos recompensarle.
Si deseamos que nuestro hijo cambie una conducta concreta, hasta que el comportamiento nuevo esté bien aprendido, debemos premiarlo cada vez que se produzca y conforme vaya mejorando su conducta ir distanciando las recompensas, a la vez que vamos introduciéndole otras exigencias nuevas hasta conseguir la conducta deseada.
Para que los premios sean eficaces, debemos ir variándolos con el fin de que no pierdan interés para el niño. Debemos observar qué es lo que más le gusta a nuestro hijo y utilizarlo como recompensa.
Los premios pueden ser de diferentes formas:
Los afectivos consisten en un reconocimiento, una sonrisa, un abrazo, felicitaciones, etc. Que nuestro hijo sepa mediante muestras de afecto que su conducta nos ha gustado y ha sido la correcta.
Los materiales pueden ser objetos, dinero o ir acumulando méritos hasta alcanzar un gran premio.
Y los liberadores consisten en librarse de alguna tarea fastidiosa para él. Estos últimos para niños más mayores.
Los premios son más eficaces y útiles para corregir conductas o alcanzar la conducta deseada que los castigos.
(Con información de Puleva Salud)
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