lunes, 27 de abril de 2009

PAULO FREIRE: ¿PEDAGOGO O POLÍTICO? (PARTE 1)

Paulo Freire: ¿pedagogo o político? (PARTE 1) María Adela Rey Leyes Profesora de Educación Preescolar. Profesora en Ciencias de la Educación para la Enseñanza Media y Superior, Universidad Católica de Santa Fe. Doctorado en Educación de la Universidad Católica de Santa Fe. Comunitariamente con: http://www.paulofreire.org.pe/documentos/sobrefreire/maria_freirepolitico.html ¿Constituyen las ideas de Paulo Freire una teoría pedagógica o son mera ideología política? Las teorías de la educación tienen la estructura de teorías prácticas, o sea que garantizando que determinado objetivo educativo es deseable, la teoría recomendará determinados procedimientos para conseguir ese objetivo. En primer lugar, habrá un supuesto acerca del fin o de los fines. No olvidemos que la educación es un recurso que la sociedad utiliza para conseguir determinados fines que considera deseables. Por lo tanto, toda teoría de la educación implicará determinados presupuestos valorativos. Otro supuesto que no puede obviar una teoría de la educación es el de la naturaleza de quienes van a ser educados. Finalmente, comprende supuestos que se refieren a la naturaleza del conocimiento y a los métodos que se consideran apropiados para transmitirlos. Dicho con otras palabras, toda Pedagogía, entendida ésta como una Teoría de la Educación, reflexiona sobre la educación, la analiza, recorriendo niveles teleológicos, antropológicos y metodológicos. Veamos entonces si estos niveles están presentes en la teoría que nos ocupa. Respecto a lo teleológico, Paulo Freire propone una educación para la liberación. Trata de ayudar a liberar a los hombres de la opresión que sufren en su realidad objetiva. Es, en definitiva, una educación política que exige al educador identificarse con los oprimidos para buscar su verdadera liberación. Es característica de esta educación la “humanización”, que exige la liberación individual y social del hombre como sujeto cultural histórico. También la “concientización”, proceso que implica el paso de una conciencia ingenua a otra crítica. No es un acto teórico, sino que supone la praxis reflexiva. Es, utilizando sus palabras, tomar posesión de la realidad, denunciando la estructura deshumanizante y proponiendo la estructura humanizante. Es por lo tanto una educación política (como toda educación es política, aún aquella que pretende ser neutral y está al servicio del poder), que sólo puede ponerse en práctica de manera sistemática cuando la sociedad se transforme radicalmente. Un paso importante para esta liberación es la alfabetización. La lectura crítica, que no consiste en la decodificación de signos gráficos, no es una lectura mecánica, sino que exige conexión entre las letras y la realidad. Lenguaje y realidad están interconectados dinámicamente. Leer es un acto entrelazado con el conocimiento de la realidad. Si realizamos una mirada antropológica, nos encontramos con que reconoce que toda práctica educativa implica una concepción del hombre y del mundo, que puede ser implícita o explícita. Explicita que su pedagogía no tiene sentido sin una visión del hombre y del mundo. El hombre es un ser inconcluso, inserto en un permanente movimiento de búsqueda. Es un sujeto ético. Afirma expresamente que no puede el hombre asumirse como sujeto de búsqueda, de ruptura, de opción, como sujeto histórico, transformador, si no se asume como sujeto ético. Considera la posibilidad del hombre de transgredir los principios éticos, pero no ve en ello una virtud, al contrario, propone hacer todo lo posible a favor de la eticidad. A esa ética universal del ser humano la considera como una marca de la naturaleza humana y absolutamente indispensable para la convivencia. Se muestra en total desacuerdo con acciones terroristas, no importa cual sea la causa que las mueva. El terrorismo niega lo que él llama ética universal del ser humano. Este hombre no es producto de la determinación genética, cultural o de clase, pues entonces sería un ser irresponsable y no se podría hablar de un ser ético. Esto no significa que Freire no reconozca los condicionamientos genéticos, culturales y sociales a los que los hombres están sometidos. Es un ser en permanente búsqueda, curioso, que toma distancia de sí mismo y de la vida que tiene; es un ser dado a la aventura y a la pasión de conocer, para lo cual se hace indispensable la libertad. Aunque “programado”, no está determinado. Por eso puede desarrollar su vocación para la humanización. El hombre posee sentido de “proyecto”. El proceso de orientación de los seres humanos en el mundo implica la posibilidad de conocer a través de la praxis, por medio de la cual el hombre transforma la realidad. Implica humanizar la realidad transformándola. Mientras los animales se adaptan al mundo a fin de sobrevivir, los hombres son capaces de modificar el mundo, a fin de “ser más”. Los hombres hacen la historia que los hace a ellos, y además pueden relatar la historia que ellos mismos hacen. Su naturaleza se constituye social e históricamente. Más que un ser en el mundo, es “presencia en el mundo, con el mundo y con los otros”. Los hombres privados del derecho “de tener voz”, y no se refiere sólo a los analfabetos, son “seres para otro”. La solución a su problema es liberarse a sí mismos. Alienados, no pueden superar la dependencia mediante la incorporación a la misma estructura que es responsable de su dependencia. El camino para la humanización es la transformación de la estructura que los deshumaniza. En el plano gnoseológico y metodológico, Paulo entendió la categoría del saber como lo aprendido existencialmente por el conocimiento vivido de los problemas del hombre y los de su comunidad. Su teoría del conocimiento debe ser comprendida en el contexto en que surgió. En los años 60, Noroeste de Brasil, la mitad de sus 30 millones de habitantes eran marginados y analfabetos, y vivían dentro de una “cultura del silencio”. Era preciso “darles la palabra”, para que la “transitasen” a la construcción de un Brasil que fuese dueño de su propio destino. Al hablar de Freire se habla de método. Su obra discurre en torno a la alianza entre teoría y práctica. Piensa una realidad y actúa sobre ella. La esencia de su método apunta a hacer un mundo menos feo, menos malvado, menos deshumano, viviendo hacia la esperanza. Aclara que es imposible convertir la educación para la liberación que propone en un problema puramente metodológico, considerando el método como algo absolutamente neutral. Esta intención pretende eliminar todo el contenido político de la educación, y entonces la expresión “educación para la liberación” deja de tener significado. Sólo alguien con mentalidad mecanicista sería capaz de reducir la alfabetización de adultos a una actividad puramente técnica. Como conclusión de esta primera cuestión creo que ya podemos acordar que su reflexión sobre esta dimensión del accionar humano que es la educación, es una reflexión pedagógica, que se constituye en una teoría de la educación (Educar es poner en acto la potencia educativa que la persona tiene. Toda acción lleva implícita el acto reflexivo. Entonces, toda educación debe someterse al proceso de reflexión, ingresando así al plano intelectual, del análisis y la síntesis. Ese ámbito de reflexión es la Pedagogía, que ofrece tres niveles de análisis sobre la acción de educar: el antropológico, el teleológico y el metodológico). Paulo no sólo educó (en el plano del actuar), sino que reflexionó profundamente sobre la educación que ofrecía (en el plano intelectual, del análisis y la síntesis). Ese ámbito de reflexión es pedagógico. Se centró en la pregunta pedagógica clave: ¿Qué hombre quiero formar? ¿Con qué valores? Se esfuerza por unir la teoría con la praxis. Otra cuestión a considerar es que una verdadera teoría de la educación explica, describe y actúa como un marco conceptual. Al mismo tiempo sirve para aclarar, de-velar, iluminar. Es la “manifestación de lo oculto” (del alemán). Proporciona información iluminadora, hipotetiza en torno a ella, logra niveles de abstracción “develadores”, para propiciar una eficaz praxis, entendida como la dialéctica actividad de acción-reflexión-praxis. ¿No es acaso esto lo que hace Paulo Freire? Intenta develar, desenmascarar el carácter ideológico de la educación. Toda su teoría tiene carácter crítico-constructivo. Presenta proyectos de mejor educación. Ya hemos avanzado en un primer punto, pero todavía flota la duda si su teoría de la educación no es una mera ideología política. La primera cuestión a aclarar es que a la educación (y a la escuela) debemos entenderla desde un proyecto socio-educativo-cultural y no exclusivamente curricular. La escuela es la encrucijada sensible de todas las problemáticas de los tiempos postmodernos que nos tocan vivir. Situados en una postura menos crítica, podríamos creer que se puede educar sin tener que pensar profundamente acerca de la relación que guarda la educación con el contexto, sin tomar seriamente en cuenta las fuerzas culturales, sociales y políticas que le dan forma. Para Paulo Freire la educación se convierte al mismo tiempo, en un ideal y en un referente de cambio al servicio de un nuevo tipo de sociedad. La educación no es mera instrucción escolar. La incluye, pero va más allá. En la escuela se establecen relaciones pedagógicas y sociales específicas, que van dejando huellas en las personas que de ellas participan. “La educación es el terreno donde el poder y la política se expresan de manera fundamental, donde la producción de significado, de deseo, lenguaje y valores está comprometida y responde a las creencias más profundas acerca de lo que significa ser humano, soñar y dar nombre y luchar por un futuro y una forma de vida social especiales. La educación se convierte en una forma de acción que va asociada a los lenguajes de crítica y posibilidad. Representa, finalmente, la necesidad de una entrega apasionada por parte de los educadores para hacer que lo político sea más pedagógico, es decir, para convertir la reflexión y la acción críticas en partes fundamentales de un proyecto social que no sólo se oponga a las formas de opresión sino que, a la vez, desarrolle una fe profunda y duradera en el esfuerzo por humanizar la vida misma...” (1) • (1) GIROUX, Henry (1990): Los profesores como intelectuales. Paidós. Barcelona, p. 161

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