domingo, 14 de junio de 2009

MAESTRÍA Y DOCTORADO, DE VUELTA A LAS AULAS

De vuelta a las aulas “Estar en la universidad es una cosa de locos de locos”, decía la letra de una coreada melodía de los 80. Pero el grupo Río no pensaba precisamente en alumnos de más de 30 años cuando interpretaba esa canción, sino en aquellos púberes que saliendo del colegio decidían enfrentarse al tan temido examen de admisión y al posterior sacrificio de tiempo y esfuerzo que ameritaba una carrera. Sin embargo, sabemos que en los últimos años el mercado laboral exige la renovación de conocimientos por parte de un trabajador, que necesita ser considerado competitivo y valioso. ¿Cómo lograr esto? Pues obteniendo el tantas veces relegado máster o doctorado, programas de posgrados que se llevan a cabo cuando se tiene una profesión y experiencia mínima y que contribuyen al desarrollo de una persona. Pero la determinación de volver a las aulas es solo el comienzo de esta aventura. Después de tomada esa decisión —que implica retomar viejas rutinas, adoptar nuevos horarios y distribuir el tiempo entre el trabajo, los amigos y la familia— el apoyo de esta última resulta precisamente vital para el buen o mal desempeño del futuro estudiante, quien también se enfrenta con sus propias dudas y temores. “En esta etapa, la familia debe ser bastante comprensiva y aceptar la decisión, así como el hecho de que esta traerá una serie de modificaciones en casa. Por ende, se puede decir que se produce una crisis familiar en tanto todos los miembros se adecuarán y modificarán sus costumbres por el cambio en la rutina de la persona que inicia sus estudios”, afirma Bruno Zanolo, psicólogo educacional que ha tratado con estudiantes de mediana edad en dos universidades capitalinas. Ahora, también es cierto que existen diferencias en cuanto al sexo de la persona. Por ejemplo, si el esposo es el que reanudará sus estudios, habrá un mayor apoyo familiar que en el caso de la esposa. Esto no por una cuestión machista, sino porque la mujer cumple más roles que el hombre (tanto fuera como dentro de casa), lo que le dificultaría el proceso. “En todo caso, una reunión familiar es ideal para comunicar los cambios, delatar posibles preocupaciones de tiempo y funciones, así como determinar con claridad qué cosas se van a modificar en el hogar. Es importante recalcar que todos deben participar en la discusión”, afirma Antonella Galli, psicóloga especialista en familia de la clínica Ricardo Palma. LAS REPERCUSIONES Se debe tener cuidado si debido al ajetreo y la cantidad de obligaciones por el estudio, la persona sobrepasa su nivel de estrés. Signos visibles son principalmente la irritabilidad, el agotamiento físico y mental y el aislamiento con los demás miembros del hogar. Este problema se puede identificar también si la persona deja de participar en actividades sociales o interactuar con otros. “No se trata de renunciar al máster en primera instancia, sino usar técnicas que permitan manejar el estrés, reorganizando los horarios y recibiendo apoyo emocional como instrumento base. La práctica de un deporte también ayudará a devolver el bienestar perdido”, acota la especialista. Otro gran tema lo constituye el proceso de adaptación del estudiante mayor en el mundo universitario. Pese a que este sabe muy bien cómo funciona el sistema, le podría costar acostumbrarse a lidiar con estudiantes más jóvenes. “No creo que a determinada edad las cosas resulten más difíciles. He observado en diversas universidades donde estudian personas de mayor edad que no encuentran trabas para adaptarse. Al contrario, se produce una simbiosis positiva con gente menor, y ambos terminan sacando provecho mutuamente”, cuen- ta Zanolo. Los especialistas coinciden en que es perfectamente entendible la idea de que siempre son los padres los que suelen sacrificarse por los hijos, pero también se les debe inculcar lo contrario: que los segundos apoyen a los primeros en decisiones que beneficiarán a toda la familia. Esto resultaría muy significativo para el padre o madre de familia, que, a su vez, se liberará de culpas al no poder pasar tanto tiempo con ellos. El Comercio Mi Hogar

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