En total, alrededor del 40% de la superficie mundial de tierras se encuentra todavía bajo algún tipo de cubierta arbórea. Es preocupante la acelerada tasa de destrucción –categoría de la FAO, 1994– de los bosques en la zona tropical, con una tasa estimada de destrucción en la década de 1981-90, de 15,4 millones de hectáreas anuales. La tasa anual es de pérdida es de 0,8%. La fuerte degradación de los bosques excede a la superficie de destrucción de éstos. Es alarmante que en Lambayeque, una región con una extraordinaria complejidad de paisajes o ecosistemas, el riesgo de desertificación, salinización, erosión y consecuente colmatación, con derrubios, coluviones, se intensifique y la pérdida del recurso hídrico se eleve; notándose en tiempos de estiaje, amplios cauces secos, en comparación con las avenidas de agua, que no los coberturan totalmente, como sucede en los deltas secos del río La Leche, hacia Mórrope, o el Río Zaña, en el trayecto al centro poblado La Otra Banda e inclusive el río seco de Ñaupe es una alerta de la disminución del volumen de agua. Los bosques implican directamente generación de agua, continuidad y regeneración de vida natural. Su destrucción afecta directamente a la conservación de la vida social, perdiéndose los recursos fitogenéticos, incrementándose el efecto Albedo y, al no haber cloroplastos para absorber el dióxido de carbono, influye en el calentamiento de la Tierra; reduciendo la diversidad biológica, alterando el ciclo de lluvias y el clima. Qué entendemos por bosques tropicales Son formaciones boscosas comprendidas en las zonas tropicales, entre el trópico de Cáncer y el trópico de Capricornio, situados respectivamente 23º 30’ al sur y al norte del Ecuador. Incluyen la mayor parte de África, México, América Central y Sudamérica, hasta la latitud aproximada de Río de Janeiro, Brasil; la mayoría del subcontinente de la India, sur de China, Tailandia, Malasia, Filipinas, Indonesia, Papúa Nueva Guinea y la mitad norte de Australia.
En esta enorme superficie existe una amplia variedad de bosques, pero en términos generales se pueden dividir en cuatro tipos principales: formaciones de tierras bajas, que comprenden el bosque pluvioso tropical; el bosque húmedo caducifolio; las zonas de bosque seco y muy seco; y las formaciones de tierras altas, que comprenden a los bosques de colinas y a los bosques de montaña –en Lambayeque, principalmente–. En Lambayeque, las formaciones tropicales de tierras altas, se sitúan en altitudes de 800 msnm a más. A nivel mundial, su superficie es muy extensa y son tan importantes como los bosques secos o muy secos. En América Latina, incluyen los Andes y las tierras altas de México. En África, los bosques de montaña o montanos –montanos relicto, en Lambayeque, término muy gracioso para el Ingº, Francisco Ríos Ahuanari-; tienen una superficie arbolada de 35,3 millones de hectáreas, que representan el 21% de una superficie total de tierras de 169,2 millones de hectáreas; en Asia, tienen 47,2 millones de hectáreas, que representan el 46% de una superficie total de tierras de 102,6 millones de hectáreas; América Latina, con 121,9 millones de hectáreas con el 28% de bosques montanos, de una superficie total de tierras de 429,1 millones de hectáreas. El total mundial de los bosques de montaña asciende a 204,4 millones de hectáreas, que representan el 29% de una superficie de tierras de 700,9 millones de hectáreas, según un estudio de la FAO: El Desafío de la Ordenación Forestal Sostenible, Italia, 1994. Los bosques secos y muy secos tienen una superficie de 1,249,1 de millones de hectáreas, en el mundo. En América Latina, tienen 46,0 millones de hectáreas que representan el 32% de una superficie de 145,4 millones de hectáreas. En Lambayeque se estima que exceden las 720,000 hectáreas, considerando las franjas de bosques seco y muy seco en las áreas adyacentes a la Cuenca de Huancabamba –Piura–, Ñaupe, Racalí, valle de Motupe, Palo Blanco, Palacio, hasta cerca de Colaya; así como el piedemonte de Olmos, Tongorrape; colinas de Salas-Calicantro-valle del río La Leche; Chaparrí, Carniche, Pan de Azúcar, Macuaco, con reducidas áreas en el cerro Mapa –Cayaltí–, La Viña, Nueva Arica, Cojal, Cerro Vizcacha, Punta de Aguja –en el centro poblado Guayaquil, de Cayaltí–, Lagunas, Mocupe y hasta en Pátapo, alrededores del cerro Chumillán, entre otros.
En total, los bosques tropicales abarcan unos 1,700 millones de hectáreas, que representa una superficie aproximada a la de Sudamérica. Los bosques tropicales están sometidos a una intensa expansión agrícola, con extracción maderera muy alta, incluyendo el pastoreo de ganado y la agricultura migratoria. Representando alrededor de 90% de pérdida total de los bosques. Con el sistema de haciendas, se degradaron los bosques en Lambayeque: ahí están las ex haciendas de Santa Lucía, Congona, Chiñama, Ñaupe, Cayaltí, La Viña, Mayascón, entre otras. Aún así, en el valle de Calicantro o Ensenada de Calicantro, muy bien se conserva el palo blanco, hualtaco, faique, algarrobo, zapote, según visita de trabajo que efectuamos durante inicios del mes de junio de este año. Además, las mayores pérdidas no se están produciendo en los bosques húmedos tropicales sino en los bosques húmedos caducifolios, y la deforestación es más rápida en los bosques húmedos caducifolios, en la zona seca y en las tierras altas. Bosques de los ecosistemas de jaguey, Nephelohilea y Jalca Los paisajes de Jaguey constituyen un complejo ecosistema, generado por la interacción dinámica de los factores abióticos –clima, neblina, vientos alisios, oquedades, cuencas hidrogeológicas, filtraciones– y la biocenosis –comunidades naturales de diversas especies, principalmente forestales, arbustivas, herbáceas y algas de agua dulce; una singular fauna ictiológica y silvestre, con determinados crecidos, y avifauna diversa–, mamíferos menores e incluso mayores, como la presencia del felino puma en las colinas y montañas de Ñaupe, especialmente en la Puerta de Ñaupe, una excepcional abra que permite el acceso hacia la Cordillera del Abra de Porculla, entre Olmos y Piura. Destacan los diversos jagueyes situados en el piedemonte de la Cordillera Occidental de los Andes, como el Jaguey de Chaparrí, que brinda agua y solaz al Pueblito de los Osos –pintoresco término narrado por el Ingº, Ricardo Arias Salcedo, para denotar la presencia de la población silvestre de Ursus tremarctos, en la frontera de Chaparrí con Ferreñafe–. También, están en las cimas del cerro Reque, Pico de Gallinazo, Cojal, en Motupe, Olmos; así como en diferentes áreas lambayecanas. A fines de octubre y en noviembre, junto con pobladores de Ñaupe y Alcantarilla, en Olmos, tuvimos la oportunidad de visitar y efectuar estudios de campo, de estos jagueyes, con el Ingº, Oscar Uchofen Mena, especialista en sistema SIG, quedando impresionados por los peces del jaguey Vacas y los espectaculares graznidos de la pava aliblanca y sus polluelos en el jaguey El Guabo. Este trabajo lo realizamos en el contexto del Proyecto: Componente Bosques Seco y su Conservación, asumido por la Gerencia de Recursos Naturales del Gobierno Regional, con su gerente, Ingº, Juan M. Sandoval Valdivieso, el subgerente, Ingº, William Mendoza Aurazo; Ricardo Cervera, responsable de Áreas Naturales; y el Ingº Carlos Aníbal Calderón Vargas, en representación de cooperación técnica internacional. Con respecto a los bosques montanos, es imperativo aducir que apliqué esta categoría para estudiarlos; con una delimitación específica en Kañaris, a partir de las Montañas de San Lorenzo, Shin Shin sur, Gramalote hasta la cima de Campana Qaqa y Sinshiwal –en Inkawasi–, continuando con el bosque La Montaña, Palma, Cueva del Oso, quebrada del Sural, hasta Upaypiteq; prolongándose hasta Kutilla, Paltiq y Ninapampa, frente a Pomahuaca; con extensiones hasta Huamachuco, Quinua, Mollepampa, Tute, Atunpampa e inclusive Chilasque; rematando en el inédito bosque de Luto, entre Santa Lucía y Huallabamba, entre otros ámbitos; son los más representativos y más aún, los he recorrido, palmo a palmo, con los campesinos de Kañaris. En el diario La Industria de Chiclayo, en congresos nacionales de Botánica, conferencias en universidades, publicaciones, he sustentado la necesidad de conservar estos ecosistemas por su importancia trascendental para el campesinado, para la naturaleza de la región y, centralmente, para la vida social y nuestro fecundo y creativo pueblo lambayecano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario