Aunque nacieron en Europa, los ideales democráticos dieron sentido a las luchas de los revolucionarios norteamericanos que, en el Nuevo Mundo, asociado a la lucha por la independencia, fundaron la primera república, adoptaron la primera Constitución y establecieron el primer Estado fundado en el Derecho. Comenzando con la Revolución Francesa la democracia se propagó por toda Europa para retornar a Iberoamérica donde se constituyó en filosofía de la lucha anticolonial. Más de doscientos años atrás, las ideas de la democracia se difundieron entre las elites criollas de Iberoamérica y, mucho antes de que lo fuera el Manifiesto Comunista, el Contrato Social de Jean-Jacques Jacobo Rousseau y las ideas de la ilustración en su conjunto, fueron consideradas subversivas. Por poseerlas, leerlas y propagarlas muchos patriotas sufrieron cárcel y destierro. De Bolívar a Martí, la lucha por la independencia latinoamericana lo fue también por el establecimiento de la democracia. Secuestrada por el poder y el dinero, pervertida por el capitalismo que la despojó de su contenido revolucionario convirtiéndola en un conjunto de formalidades parlamentarias y electorales, la democracia se desacreditó y fue duramente criticada por los fundadores del socialismo, especialmente por Carlos Marx y Vladimir Lenin quienes creyendo agotada sus posibilidades propusieron un sistema político alternativo basado en lo que llamaron “dictadura del proletariado”, que fue luego defendido como una democracia de nuevo tipo que no logró realizarse.
DEMOCRACIA LIBERALEl hecho de que el primer movimiento socialista de inspiración marxista triunfara en el Imperio Zarista, el país políticamente más atrasado de Europa que había sido gobernado durante alrededor de 300 años por la dinastía de los Romanov y donde las experiencias democráticas eran prácticamente nulas, hizo posible que aquellas ideas fueran acatadas por importantes sectores de la clase obrera, la intelectualidad y las masas brutalmente oprimidas. No obstante en 1930 Stalin renunció a la promoción de la dictadura del proletariado, no porque abrazara otras formas de democracia, sino porque consideró que en la entonces Unión Soviética, la burguesía había sido derrotada y que en lo fundamental el socialismo había sido construido, dando por concluida la batalla de clases interna. Ciertas interpretaciones teóricas que pueden no haber deslindado con suficiente claridad el contenido y forma respecto a la democracia y también por circunstancias históricas en las cuales las luchas políticas estuvieron condicionadas por la existencia del capitalismo salvaje, la Primera Guerra Mundial, el fin de la II Internacional, el triunfo de los bolcheviques y la feroz embestida de la reacción mundial, condicionaron las reacciones negativas, no sólo frente al liberalismo y al parlamentarismo, sino incluso ante la socialdemocracia, colocando al socialismo de matriz marxista y la democracia en bandos opuestos. La defensa de la democracia volvió a ser una tarea histórica cuando para imponer su dominación, el fascismo arrasó con las instituciones y la legalidad en Europa, pisoteó los derechos de los pueblos, las naciones, las minorías y los Estados, dando lugar a una singular coyuntura histórica en la cual los liberales occidentales, encabezados por Roosevelt y Churchill, se aliaron a Stalin para combatir el fascismo a nivel global. Cuando parecía que en América Latina la democracia cooptada por la burguesía y la oligarquía había agotado sus posibilidades reales, doscientos años después, los ideales y las instituciones democráticas originales, son retomados y brillantemente ejercidos por los movimientos populares y los procesos políticos avanzados que en América Latina, de diversas maneras y con diferentes contenidos, se plantean el socialismo como opción. En Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Uruguay y otros países, las luchas populares, el socialismo e incluso la revolución y la democracia se rencuentran.
La Revolución Cubana que cincuenta años atrás, al descabezar a la tiranía, modificar las bases de la sociedad y poner en marcha un proyecto socialista que, pasando por diferentes etapas y venciendo la feroz oposición del imperialismo norteamericano y la reacción mundial, avanzó en la construcción de una democracia propia, según ha sugerido el presidente Raúl Castro, estudia reformas estructurales que hagan más perfecta la democracia revolucionaria y socialista. Tal como ocurrió en los orígenes, actualmente la izquierda avanzada produce una inversión y retoma la democracia, dotándola de nuevos contenidos, rescatándola y liberándola de formalismos estériles, fusionándola con el movimiento popular e incluso con el socialismo. De ese modo la burguesía y las oligarquías nativas, comprometidas con el capital extranjero y el imperialismo que, de oficio, asumen una oposición refractaria al cambio y al progreso político, se colocan ellas mismas, no del lado de la democracia sino frente a ella. Para la izquierda resulta claro que actualmente, ningún proyecto político avanzado, ya sea reformista o revolucionario desarrollista y mucho menos socialista, puede aludir exclusivamente a reivindicaciones de carácter material, laboral o social, demandas que deben ser completadas con opciones políticas, la principal de ellas es el restablecimiento y constante perfeccionamiento de la democracia y la participación decisoria de las mayorías. Ello no impide que, a partir de los preceptos democráticos universalmente aceptados, las autoridades legítimas y las instituciones del Estado, ejerzan la autoridad e incluso impongan la justicia social. *Jorge Gómez Barata (Camagüey 1946) – Cuba… Reside en Ciudad Habana, Cuba… Periodista y profesor. Graduado del Instituto Pedagógico y colabo-rador de medios cuba-nos y extranjeros
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