Tres nevados se derriten
El ritual del hielo sagrado pronto sería solo un recuerdo. La fiesta indígena más importante de los Andes está amenazada por el calentamiento global.
Texto y fotos: Eduardo Cavero
Nada más premonitorio. “Gota a gota, el agua se agota”, reza un cartel a la entrada de Mahuayani, última parada antes de internarnos en el reino de los Apus, aquel que ha sido testigo desde hace casi un siglo de la festividad indígena catalogada como la más grande de América: la fiesta del Qoyllur Riti o Estrella de la nieve.
La historia de esta peregrinación ya es conocida. Su mística y el sincretismo religioso del mundo católico y andino que conlleva han hecho crecer el número de sus adeptos alrededor del mundo. Peregrinos y turistas recorren largas distancias para llegar hasta las faldas del Ausangate a rendir culto al Taita Qoyllur Riti en medio de miles de colores, aromas y rostros.
Pero esta majestuosa fiesta ancestral ahora corre peligro. La modernidad está causando estragos en este patrimonio cultural, a tal punto que estos míticos nevados pueden seguir el mismo destino que otro “ex” gran destino turístico nacional: Pastoruri.
¿Calentamiento global?
Pues sí. Este fenómeno que es provocado por el “efecto invernadero” es el principal responsable de la acelerada pérdida de los cascos de hielo que recubren estas montañas sagradas. Tanto han adelgazado las capas de hielo que hace cuatro años la fiesta tuvo un desenlace inesperado. La usanza ordena que los célebres “ukukus”, guardianes de la divinidad oculta entre las nieves de la montaña, suben hasta su cima y bajan cargando grandes bloques de hielo –considerado medicina sagrada y portador de esperanza y buenaventura– para llevarlos de vuelta a sus poblados de origen. En el año 2005, los “ukukus”, también llamados hombres-oso, regresaron con las manos vacías. Desde ese entonces, la única manera de recolectar el agua sagrada es mediante bidones, botellas o algún improvisado recipiente… la tradición comienza a perderse.
No contento con asesinar el planeta a gran escala y producir efectos como el que motiva esta nota, el ser humano –en su versión local-- también da una “manito” para agravar la situación. La población necesita aún tomar conciencia, porque si bien algunos hacen esfuerzos para preservar el lugar y mantenerlo libre de desechos, lo cierto es que no es suficiente. La realidad es desoladora: miles de envases de plástico, restos orgánicos y hasta personas que usan el agua para “purificarse” (léase, para darse un buen baño con jabón y todo) ya son parte de la rutina del Qoyllur Riti desde hace una década.
El auge de la fiesta del Qoyllur Riti y su cada vez mayor número de asistentes plantea un dilema y un reto muy grande: evitar que en unos pocos años el hombre destruya lo que tomó miles en crearse. Sería una catástrofe ecológica, cultural, social y hasta económica, pues el ingreso de las familias de Mahuayani y sus alrededores está estrechamente ligado al turismo que genera la veneración del taita Qoyllur Riti.
No sé exactamente a qué instituciones del Estado corresponde hacer algo para que esta pesadilla no se consume, pero si no se regula el número de visitantes y no se prohíbe arrojar basura en este santuario natural, pronto los alrededores del lugar podrían convertirse en un gigantesco muladar que nadie se atreverá a visitar.
La República
No hay comentarios:
Publicar un comentario