domingo, 19 de julio de 2009

FÚTBOL EN QUECHUA. De Selva de Lambayeque (Parte 7)

Fútbol en Quechua (Parte 7) Nuestra presencia genera nerviosismo. Las mujeres se cubren el rostro y los varones murmuran. Casi ningún extraño suele venir a Kañaris. Un joven me pregunta por qué tomamos fotos y hacemos preguntas. Le explico y me da un somero recuento de las características del poblado y de los males que aquejan. Se llama Jorge Lucero, tiene 22 años y es campesino. Dice que una ONG está enseñándoles técnicas de cultivo con abonos orgánicos y conservación de suelos. Pero es una ayuda muy limitada. Asegura haberse dado cuenta de que cuando talan los bosques se dañan los suelos y ya no hay lluvias. Está vestido con ropa de deporte y al rato lo vería disputando un encendido encuentro de fútbol en una cancha al borde de una pendiente, por la que cada pocos minutos la bola rodaba para perderse en el fondo de la cuesta. Los futbolistas se gritan en un raro dialecto. Kañaris es un pueblo bilingüe. El español se practica ante los visitantes, los comerciantes, las enfermeras del centro de salud y los profesores. Entre ellos hablan el quechua de Kañaris, una variedad que tiene otro sonido y otros significados. Saturnino Lucero, un comunero de 36 años que cosecha trigo, cebada y granadillas, señala que pueden llegar a entenderse con los quechua hablantes cusqueños, siempre y cuando hablen entre sí muy lentamente. Aquí, me cuenta, hace falta un centro de salud más completo. Las mujeres pierden a sus bebés con frecuencia. Y muchas niñas quedan embarazadas a los 13 años. Las cerca de 250 personas que viven en el pueblo gozan de luz eléctrica desde hace ocho años. Existe un solo teléfono comunal. Y hace poco una pequeña tienda inauguró su servicio de Internet en una computadora pasmosamente lenta. Es fácil entender por qué esta población acude al bosque como su principal fuente de tierras y recursos. No tienen o no conocen otra alternativa. Un profesor que está tumbado en el pasto, junto a la cancha de fútbol, me explica que ya están cansados de organizarse y presentar proyectos. Nadie los toma en cuenta. Miembros del INRENA de Cajamarca llegaron una vez, hicieron un estudio somero del bosque y prometieron regresar. Por supuesto que jamás volvieron.

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