Música Alucinada (Parte 2)
El profesor Mario López-Mesones, uno de los científicos que más ha trajinado la zona, me enseña una melastomatácea, una pequeña planta con una flor similar al tulipán. Es una especie propia de las selvas del Marañón, y sin embargo crece feliz aquí. Dentro de la espesura selvática brilla una música alucinada. Son los silbos y chillidos de las aves al amanecer, un coro que agiganta la bóveda del bosque.
El demoledor viaje de seis horas desde Chiclayo, por una carretera pedregosa, nos tiene adormecidos a esta hora de la mañana. Hemos parado en medio del bosque, en plena carretera construida hace más de diez años sin un estudio previo de impacto ambiental. Los hombres de ciencia se meten en una pequeña quebrada repleta de hierbas, para recolectar plantas que extraen de raíz.
Para llegar aquí, en una camioneta prestada por el gobierno regional, hemos tenido que seguir una carretera que describe un meandro geográfico notable, y que sale de los límites departamentales, atraviesa zonas de Piura y Cajamarca, para volver a ingresar dentro de los predios de Lambayeque. No hay otra manera de llegar. Si la carretera estuviera construida en línea recta, el viaje demoraría apenas tres horas. Esto es lo más alejado de la cultura occidental que pueda verse en el departamento mochica.
Estamos en una selva que hace pocos meses un diario nacional calificó de hallazgo. Una jungla de características amazónicas había sido descubierta por un grupo de biólogos en el departamento costeño de Lambayeque, una región que todos relacionaban con imágenes de desiertos y algarrobales y, a lo mucho, con una sierra áspera y parecida a la de otros departamentos con vista al mar. La noticia no pasó inadvertida, e hizo pensar en un oasis aislado y remoto, un Jurassic Park sin dinosaurios.
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