Sin saber qué hacer, el hidalgo contrató los servicios de varios jardineros, pero ninguno acertó a solucionar el problema. Desesperado, mandó llamar al jardinero más consagrado de aquellas tierras, el que cuidaba los jardines del palacio real. Después de hacerle algunas preguntas, el jardinero del rey se puso a contemplar el jardín. Unos instantes más tarde, miró al caballero y le espetó: -Estaría bien que empezara su señoría a quererlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario