El transformar es nuestra condición esencial de ser humano, y para realizarlo debemos relacionarnos con nuestros pares, organizarnos, defendernos, protegernos, buscar y lograr un mundo mejor, una sociedad superior, para nuestros hijos y nuestro pueblo. Ello es la máxima expresión de la producción social, la experimentación científica y la lucha social. Al no hacerlo nos autoaniquilamos como seres humanos, nuestra vida cae en una simpleza y realmente sólo es apariencia de vida lo que mostramos. La transformación es el acto común entre tú y yo, entre él y nosotros, entre nosotros y el mundo; entre el maestro y su mundo educativo cuyo centro son los estudiantes para forjar una Sociedad Superior. Frente a ello, el maestro, es doblemente responsable, no sólo porque es ser humano, sino porque es un intelectual del cual depende la sociedad y el futuro de otros seres humanos. No podemos seguir viviendo dentro del mundo de la sola contemplación. Toda la educación, el aprendizaje, la enseñanza y todas las actividades y conductas, deben estar impregnadas de moral transformadora. Los maestros estamos en la obligación moral y profesional de aprender a ser humanos, luego ser naturales y enseñar a los demás a serlo. Es nuestro rol principal. El ser humano para que sea tal, debe vivir, trabajar y relacionarse con otros que piensan igual que él, para transformar la sociedad, a diferencia del animal que vive y satisface sus necesidades solo y en forma gregaria instintiva, no para transformar sino perpetuar su especie. El ser humano para que sea tal y se diferencie de los animales, crea sociedad y fundamentalmente es producto de esa sociedad que crea mediante su razón, juicios de valor, valores y virtudes. En ese sentido, si vive aislado, indiferente y no une su pensamiento a los demás, destruye su condición de ser humano. Se que ese ser humano transformador, está en el fondo de nuestros corazones y nuestras conciencias. Crece lentamente el espíritu del futuro transformador, porque no lo dejamos salir plenamente. Nos han enseñado a callar las injusticias y hemos aprendido que es un misterio peligroso hacer florecer la vida justa que anhelamos. Se han empequeñecido nuestras actitudes sociales y políticas.
Y, las victorias son siempre producto de las grandes actitudes. Por ello transformar y transformarnos ahora es fundamental. La indiferencia es una de las peores traiciones.
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