domingo, 30 de noviembre de 2008
LECTURA, PLAN LECTOR, INTERNET Y EL MILAGRO DE LEER
La presente investigación sobre el placer de leer y lo que hay que hacer para que nuestros niños lean, me parece interesante y lo comparto con ustedes queridos amigos y amigas que me visitan.
INVESTIGACIÓN
El milagro de leer
¿Cómo se desarrolla la lectura en el cerebro humano? Leer no es algo innato, sino aprendido. El cerebro humano ha tenido que adaptarse en un corto tiempo a esta nueva e importante actividad.
Por Jorge Paredes
La frase es de Proust: La lectura es un fructífero milagro de comunicación en medio de la soledad. Un celebrado acto solitario que no es innato, sino aprendido, y que el ser humano comenzó a desarrollar hace por lo menos 5.300 años en la antigua Mesopotamia cuando aparecieron los primeros sistemas de escritura.
Sin embargo, el modo en que el cerebro humano se adaptó a la lectura es todavía un misterio que recién --hace unas cuantas décadas atrás-- biólogos, neurólogos y lingüistas han tratado de explicar con el avance de las llamadas neurociencias. Uno de estos estudios es citado por Caleb Crain en un estupendo artículo aparecido en "The New Yorker" ("Twilight of the Books"), que alerta sobre el ocaso de los libros y la disminución de la lectura en la sociedad contemporánea. Se trata de "Proust and the Squid" (Proust y el calamar), de Maryanne Wolf, una investigadora de la Universidad de Tufts, que ha integrado psicología, neurofisiología, lingüística, educación e historia para explicar todo lo que pasa en nuestro cerebro mientras leemos un poema, una novela o las noticias del diario.
Según ella, la lectura es tan reciente en la evolución humana que no ha sido codificada todavía en nuestros genes como, por ejemplo, la facultad del habla. Entonces, el cerebro ha podido adaptarse a esta actividad, gracias a su elasticidad.
Contra lo que se pensaba, el cerebro humano no es una estructura fija, sino es capaz de reprogramarse a sí mismo y puede utilizar circuitos que originalmente habían evolucionado para otras tareas específicas, en la realización de nuevas actividades.
Así, en la antigüedad, la repetición de ciertos "garabatos" en las tablas de arcilla hizo que un grupo de neuronas en el cerebro comenzaran a especializarse en su reconocimiento, mientras que otras se encargaban de conectarlos con el centro del lenguaje para darles un significado.
Estudios recientes han demostrado que un niño que empieza a leer utiliza los dos hemisferios cerebrales, mientras que uno que ya lee con fluidez emplea solo uno de ellos. Al parecer, conforme las neuronas se especializan en la lectura reducen el tiempo y el espacio cerebral empleado para esta actividad.
De esta manera Wolf interpreta el "milagro" de Proust, pues la lectura pasa de utilizar las regiones occipital, temporal y parietal, en ambos hemisferios, a localizarse exclusivamente en el hemisferio izquierdo, liberando de energía al cerebro. Para decirlo en términos sencillos, esta capacidad liberada le permite a un lector entrenado enriquecer su propia experiencia lectora, con sus pensamientos, juicios, ideas y sentimientos. En palabras de la especialista, la eficiencia lectora deja más tiempo para pensar y permite el desarrollo de ideas más profundas.
Para la educadora y psicóloga Juana Pinzás la lectura se desarrolla por estadíos. La denominada "etapa cero", que va desde los cero hasta los seis años, es clave en el proceso de aprender a leer, pues en ese momento se desarrolla lo que ella llama "conciencia fonológica": la capacidad de detectar en el lenguaje oral los sonidos que componen las palabras.
Por eso resultan básicos estímulos como canciones de cuna, rimas, cuentos, palabras, que irán despertando esta conciencia en el niño e irán abonando en su imaginación. Después de esta etapa inicial, vienen las fases vinculadas al aprendizaje escolar: la decodificación (reconocer palabras y significados) y la comprensión (capacidad de interpretar el texto), que, según Pinzás, deben darse de manera simultánea.
¿Malas influencias?
Sin embargo, si el cerebro se adaptó a la lectura debido a su elasticidad para establecer nuevas conexiones neuronales, ¿cuánto puede cambiar ahora bajo la influencia de otro tipo de medios como Internet? Un autor como Walter J. Ong ya se había referido en los años ochenta del siglo XX al nacimiento de una segunda mentalidad oral a partir del auge de la televisión y los medios electrónicos.
La primera oralidad, según Ong, había sucedido antes de la incorporación de la escritura, la cual alteró no solo el uso del lenguaje sino también, y de modo sustancial, los procesos de pensamiento. Los lingüistas peruanos Juan Biondi y Eduardo Zapata han corroborado esto con estudios que demuestran que la cultura oral genera "modos de pensar" distintos que se conectan mejor con la cultura de Internet.
Esta omnipresencia de la red en el mundo contemporáneo al parecer está cambiando el modo de leer, y ha hecho saltar ya a algunos apocalípticos que señalan que la lectura tal como la conocemos se encuentra seriamente amenazada. Uno de ellos es Nicholas Carr, quien en un artículo en "The Atlantic Monthly" (reproducido en español por la revista "Arcadia"), lanza preguntas de este tipo: ¿Sabe qué le está haciendo Internet a nuestro cerebro? Y añade que hoy a cada vez más gente --incluso escritores y académicos-- le cuesta más trabajo sumergirse en lecturas profundas y prolongadas, pues nuestra mente se está acostumbrando a asimilar la información tal y como la red la distribuye.
Es decir, huye de textos largos y prefiere saltar de un escrito a otro, como quien abre múltiples enlaces.
En definitiva, dice, se trata de otra forma de leer. Si antes éramos buzos que nos sumergíamos en el océano de la lectura, hoy solo preferimos planear sobre las aguas, casi sin mojarnos. "Nuestra capacidad para interpretar un texto", escribe, "para ejecutar las conexiones mentales que se constituyen cuando leemos en profundidad y sin distracciones (...) se desconecta en buena parte".
Mientras los índices de lectura declinan en todos lados, ¿serán ciertos los temores de Carr? "Lo que yo observo", dice Juana Pinzás, "es que niños y jóvenes son capaces de comunicarse a gran velocidad a través del Messenger, y tienen capacidad para manejarse con cuatro o cinco conversaciones al mismo tiempo, algo que no es fácil. La computadora, a diferencia de la televisión, te exige leer y te permite investigar en bancos enormes de información, en ese aspecto es enriquecedora".
La lectura nos ha acompañado por varios siglos y todavía es la mejor (ya no la única) forma de adquirir conocimiento. Es dejar que el cerebro ejecute ese milagro de decodificar signos que nos son comunes a todos.
TESTIMONIO
El sabor de leer *
Mi amigo insiste en que le recomiende libros para su hijo, y se queja de que el muchacho no lee. No tengo nada que recomendarle al amigo; y como no conozco al muchacho, menos tengo que decirle a él. Este problema de la lectura no responde tan fácilmente a recetas como suele creer la gente profana. No es asunto de leer por leer.
No es asunto, desgraciadamente, por el que haga algo la escuela. Es claro que los muchachos deben leer, y es muy cierto que si no lo hacen en la edad preclara, de nada valdrá que tengan más tarde libreta electoral.
Pero esto de la lectura se encara siempre con muy torpe criterio. Que debes leer, porque un muchacho de tu edad sin lecturas es un zafio. Que a tu edad yo ya había leído a Cervantes, a Montesquieu. Que no sé cómo quieres triunfar si no lees esto o aquello. Que debes leer estos temas y no los adefesios que lees. Y patatín patatán. La historia me la sé de memoria: no hay conversación con amigos que no me la recree. Los que pagan el pato son los pobres muchachos. Unos porque realmente no leen. Otros porque soportan insinuaciones y presiones que a nada conducen.
No hay recetas, amigo mío, no hay recetas. Lo necesario es que en el muchacho surja, como una urgencia propia y como fruto de una personal decisión, el sabor de leer. Hay muchos modos de conseguirlo; ninguno se relaciona con la obligación de leer a determinada hora del día ni determinado libro.
Una cosa es cierta: nuestros muchachos no leen. En el colegio no les despiertan el amor por la lectura. Eso de aprenderse argumentos y biografías de autores no sirve para nada, ni es lectura.
[*] Luis Jaime Cisneros en "Mis trabajos y los días" (Peisa: Lima, 2000).
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